Semis, vuelta, Copa del Rey 2009/10 Racing 3-2 ATLETI.-Copa de la redención

Copa de la redención

Un equipo con un plan, bien posicionado en el campo, seguro como para reservar
una parte de sus fuerzas y administrar su ventaja y capaz de sobreponerse a un gol
que invocaba a aquellos demonios que conocío de cerca en un infierno del que todavía
no ha salido del todo. No podía ser el Atlético, acostumbrado a expresarse, en lo bueno
y en lo malo, en la intranquilidad. Es como si la Copa hubiera convocado lo mejor de
cada uno en un ejercicio de redención que podría ejemplificar mejor que ningún otro
Reyes, largo tiempo perdido, desorientado, y en Santander
conectado a un objetivo, con o sin la pelota.



El Atlético jugó mentalmente dos partidos, ante el Racing y el Barcelona, como quedó
probado con la alineación de Valera entre los titulares. Por primera vez, Quique Sánchez
Flores podía plantear un choque y planificar el siguiente. Los cuatro goles de la ida le ofrecían
margen, pero es cierto que en este club que ha hecho de su existencia un desafío a la lógica,
nunca nada es suficiente. Esa decisión del entrenador es, pues, un
detalle de la normalidad que hasta ahora el Atlético no ha tenido.

El gol del Racing a los dos minutos parecía esa señal de un destino fatal del que el club
rojiblanco no puede liberarse, pero su forma de reaccionar hasta el empate, sin descomponer
sus líneas, ni distraer su atención, fue propia de un grupo maduro, apretado. Portugal propuso
fútbol directo y segunda jugada para hurgar en las dudas de Perea y Ujfalusi, y al propio tiempo
evitar el contraataque rojiblanco. Ese juego desconectó demasiado pronto del choque a Canales,
al que debe el Racing la mitad de su primer gol, y que se mueve como un príncipe entre las
líneas, siempre con la cabeza alta. Aguanta la presión sin problemas hasta encontrar al
compañero que no la tiene y todo lo que hace es incisivo, intencionado. Ningún otro ve lo que
ve Canales en el Racing, un equipo al que, al menos, la buena mano de Portugal ha resucitado.



El Atlético llega a la final, previsiblemente en el Bernabéu, después de un camino más sencillo
que el del Sevilla, que eliminó al Barcelona y a un Getafe excepcional, uno de los equipos que
más fútbol propone de la Liga, un pequeño que piensa en grande por el ADN de su entrenador.
A pesar de la deuda que el torneo contrae con Míchel, la final es un premio para Manolo Jiménez,
un técnico que recibió una herencia valiosa pero complicada, tras la controvertida fuga de Juande
y la trágica muerte de Antonio Puerta. Es su primera final y, aunque sea entre los pitos de los suyos,
merece disfrutarla. También para toda la familia sevillista, la Copa puede tener propiedades redentoras.

O. Suárez