Compañero del alma, compañero.

Compañero del alma, compañero



12 de abril.- Pocas personas me han llamado con un diminutivo, algo
comprensible por la sonoridad de mi nombre. Por eso cuando escuchaba
retumbar con esa voz de bajo de 'blues', de bolero, de noche, la palabra
Orfeito, sabía que alguien se iba a meter conmigo, me iba a decir algo sobre
la última crónica y, a los pocos segundos, me iba a abrazar como un padre.
Era Gozalo. Era, también en diminutivo, Kubalita. Era la voz.

En esta profesión de desordenados y nostálgicos que comparto, he aprendido
a apreciar una cualidad por encima de todas las demás: la independencia.
Gozalo era un ejemplo, frente a compañeros, frente a sí mismo, frente a dirigentes
o consignas, como bien saben quienes han compartido con este periodista racial
tinta en el diario Pueblo u horas y horas en las ondas atrapadas por el tabaco,
fuera en Radio Nacional o en Radio Marca. Si consideraba que había que llamar
a Cristiano Ronaldo 'pavo real', lo hacía sin importarle las repercusiones, que las
hubo, porque quien se construye profesionalmente desde la información, la opinión
y la metáfora, nunca debe traicionarlas. Muchos son quienes lo han olvidado, algo
que Gozalo les recordaba a gritos, desde esa voz que era como el eco de la conciencia.

Me conmovió observar cómo, en la última presentación de la programación de
Radio Marca, Manel Estiarte se dirigió a darle un abrazo antes de recibir el premio que
justificaba su presencia, en nombre del mejor Barcelona de la historia. García Caridad,
elegante, le cedió el honor. Lo hizo porque hay un deporte más allá del fútbol, de Gasol,
Nadal o Alonso, de Ballesteros, Santana o Ángel Nieto, que se siente deudor con este
periodista que convirtió Radiogaceta en un diario de los desheredados. Gozalo ha hablado,
y mucho, del Madrid y del Barcelona, pero creo que su herencia más singular está en
esos minutos consagrados con cariño a quienes entrenan cada día lejos de los focos.

En un día triste para el periodismo y para el deporte, acompañen estas líneas a este
hombre incombustible, vital y contradictorio si era necesario, tanto
en la profesión como en la vida, con quien todavía tengo que
hablar de tantas cosas, compañero del alma, compañero.

O. Suárez

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