Ana y Caminero por Roberto Bécares

Ana y Caminero

Las 24 horas que más lloré de toda mi vida tuvieron dos culpables.
Mi primera novia, Ana, fue la autora material del delito, y
José Luis Pérez Caminero su cómplice necesario. Yo era un pipiolín
de 20 años, con mis granos y mis gafitas de Harry Potter. Me había
enamorado, y lo fascinante es que ella también.
Pero había un problema de apellido alfanumérico: A-3.

Yo, en Madrid, y ella, en Benidorm. A 450 kilómetros. Vivimos tres años
de esos fogonazos propios del primer amor, ya saben, cuando vives sin
pisar el suelo, donde todo es puro. Aquellos reencuentros maravillosos,
llamadas intempestivas y cartas interminables acabaron en mayo del 98.
Un día me llama. Tenemos que hablar, no puedo más, me dice.
Vente el fin de semana. Normal, pensé.
Se hartó de vagar en el pasado y en el futuro.

Ese fin de semana el Atleti despedía una temporada negra en el Calderón
-quedamos séptimos-. Y lo hacía frente al Barça. Y además era el último
partido de José Luis Pérez Caminero de rojiblanco.

Caminero era el otro amor de mi vida. En mis sueños futbolísticos no hay
Zidanes ni Messis, sino Camineros repitiendo en un bucle interminable el
regate a Nadal en el Nou Camp. Una obra maestra. Pura poesía. Un paso
de tango. El Bodiroga del fútbol. Me fascinaba su chulería, su omnipresencia,
su manera de correr estilosa pero sin brío, sus partidos perfectos cuando
no se la quitaba ni Dios. No se iba porque fuera más rápido que el defensa,
sino porque tenía en la mente el siguiente pase, el siguiente tiro.

Me jodió, pero cedí mi abono de socio y me fuí a Benidorm, donde Ana y yo
nos vacíamos el alma con grifería lacrimal a pocos metros del cutre islote de
Izaro Films. Al día siguiente ví el partido en su casa mientras ella empaquetaba
nuestra historia en una caja de zapatos. Caminero se marcó un partido
memorable, con dos goles, uno de ellos de vaselina perfecta, clavada al
larguero. Volví a llorar como no he llorado en mi vida,
ni con las derrotas de España que tanto nos jodían de críos.

Mis dos amores me decían adiós el mismo fin de semana. Durante años y de
una manera enfermiza, cada vez que veía a Caminero por la televisión me
acordaba de mi primer amor, del que años más tarde me dí cuenta que fue
mi único amor verdadero. Después de 'Anuska', hubo varias novias más,
tampoco muchas, no me voy a flipar, pero ninguna tan especial como ella.
Tampoco nadie sobre el césped ha sido para mí como Caminero.

Perdónenme que me presente así en el primer post con una historia ñoña,
pero es que el amor y el Altelti brotan para mí de la misma fuente. Por cierto,
el otro día Ana me llamó justo cinco segundos antes de que marcara Forlán
el gol en Anfield. Me pidió que le llevara la cena. Ah, bueno, se me olvidaba.
Volvimos hace seis meses, 11 años después. Es vikinga -nadie es perfecto-,
pero es la mujer de mi vida. Caminero también volvió conmigo.
Pero eso se lo debo al Youtube.

Roberto Bécares