4º´s Paraguay 0-1 España

0-1 ante Paraguay

A semifinales con el corazón en vilo

Un gol de David Villa resuelve un compromiso
muy complicado ante Paraguay

Gran partido de Casillas, que detuvo
un penalti a Cardozo

Xabi Alonso erró una pena máxima
que el colegiado obligó a repetir



Esto va a acabar con más de uno. En una sesión de masoquismo y locura contumaz,
España alcanzó por primera vez en su historia las semifinales de un Mundial. Para
no traicionar a su leyenda, lo hizo con el gancho, con los nervios a flor de piel y
envuelta en una espiral de histeria y emoción que dibuja, desde el momento del
pitido final, un trozo de la vida de millones de aficionados. Lo ocurrido
en el mítico Ellis Park de Johanesburgo no se olvidará jamás.

A eso de los cinco minutos, el tiempo de cortesía para este tipo de citas, Del Bosque
debería haber pedido un permiso especial para meter a sus jugadores de nuevo en
el vestuario. Y al regresar al campo, haberles hecho pasar por un arco de seguridad
a cada uno para detectar quiénes (porque eran más de siete y de ocho)
llevaban encima lo que fuera que pitaba malamente.



Lo de la primera parte contra Paraguay fue una mezcla horrible botas y balón, una
invitación a la desesperanza. España no jugaba a nada o a algo feísimo; se estaba
pegando un tiro sobre el campo, y suerte que de puntería sólo andaba fino Villa, que
si no habría muerto allí mismo. Individualizar el
horror en Fernando Torres sería una injusticia.

Uno a uno formaban un coro muy desafinadísimo. Y uno caía en la cuenta de que de
seguir con vida para las semifinales, Alemania estaba en condiciones de hacer un caldo
con la selección. Villa, escoradísimo a la izquierda, era una lección permanente de
infrautilización. Iniesta, en la derecha, para intentar sacar petróleo de un Torres a la
deriva y que producía angustia. Xavi, Busquets y Alonso formaban un engrudo de
difícil digestión. Hasta Piqué y Puyol se hicieron líos. Nada estaba en su sitio.



El recuerdo de la segunda parte ante Portugal se había desvanecido ya mucho antes
de que un juez de línea nos echara una mano de las buenas; una mano y el banderín,
al señalar fuera de juego lo que no era de Valdez, que marcó gol.

Puede que de no haberse equivocado el asistente, España se hubiera puesto las 'pilas'.
Pero continuó siendo la imagen de la impotencia. La situación pedía a gritos un cambio,
pero Del Bosque aguantó hasta que su conciencia se debió quedar afónica de tanto
repetirle: "¡Míster, saca ya a un centrocampista y deja a Villa en punta!".

Ensalada de aciertos

Y lo hizo, y cuando Cesc entró por Torres lo primero que vio fue un penalti de Piqué como
una casa. ¡Y zas! El cambio fue la invitación a una ensalada mixta de aciertos y estupideces.
¿No había emoción? Prepárense a partir de ahora: Casillas detuvo el lanzamiento a
Cardozo, el árbitro se inventa un penalti a Villa en la jugada siguiente, Xabi Alonso lo marca,
lo anula el árbitro porque le pareció interesante para el espectáculo, Villar se lo para a Alonso
(¡qué manía tienen los lanzadores de repetir en estos casos)!, y, en el rechace, el árbitro
se tragó un penalti, que sí lo fue, a Cesc. Llegados a este punto de locura, el colegiado había
dejado claro que estaba dispuesto a hacerlo como mínimo igual de mal que los dos equipos.



La entrada del capitán del Arsenal aclaró ligeramente aquel engrudo. Eso y que Villa puso a
los de atrás a mirar a donde tenían que hacerlo. España parecía recomponerse y Paraguay,
a 20 minutos para el final ya tenía claro que lo suyo debía quedarse en contras y en balones
por arriba. Así que tiró de Santacruz, un veterano de Corea que sigue rozando las nubes.

Piqué, con una amarilla por su penalti, debía tener mucho cuidado. Xavi tuvo una, pero aún
no había llegado del todo a este Mundial. Más velocidad para España: entró Pedro y salió
Alonso, hundido por fuera y por dentro. España comenzó a llegar con más soltura, pero
el último pase seguía en huelga salvaje. No había una sola jugada redonda, completa.



A falta de siete minutos, cuando se estaba colando ese gélido viento de las prórrogas, Iniesta
dirigió un pequeño recital dentro del caos, y abrió en carrera para Pedro y los marcapasos de
toda España; el remate se fue al poste derecho, le cayó a Villa, lanzó al derecho,
la pelota recorrió la línea de gol enterita, pegó de nuevo en el izquierdo y entró.
Ni la bala mágica del senador Connally el 23 de noviembre de 1963.

Paraguay, desesperado, medio muerto, se lanzó a la desesperada. Y como España estaba
como estaba, tuvo que salir 'San Iker' para detener el empate, un disparo de Santacruz a
bocajarro que heló la sangre. A España casi le parten la cara, pero
salió viva y se encontrará con Alemania el próximo miércoles.

C. E. Carbajosa | Johanesburgo 04/07/2010