El Atlético vence sin estridencias

El Atlético vence sin estridencias

El cuadro de Quique da cuenta de un flojo Rosenborg
con goles de Godín, Agüero y Diego Costa

Un año después del repaso que le dio el Chelsea, un correctivo doloroso que culminó con el
cese de Abel y el fichaje de Quique Flores, el Atlético se comportó como un grupo aseado y
ordenado, las nuevas señas de identidad de un equipo que ha mudado su alma alocada por
el feng shui que le transmiten desde el banquillo. Sin estridencias en el ataque ni en la defensa,
el vigente campeón dio cuenta del Rosenborg practicando un juego práctico y sereno
inalcanzable para el conjunto noruego, un clásico de la Champions venido a menos
que pese a sus galones domésticos dejó una pobre impresión en el Calderón.



Y eso que la noche pintaba mejor de lo esperado para los nórdicos con De Gea y Agüero,
renqueantes de sus problemas musculares, revalorizando el nivel de los suplentes en el
banquillo. El estreno de Joel en la portería no pudo ser más tranquilo: el largirucho tallo de la
cantera, el último producto de la cosecha que con tanto mimo cuida Amorrortu, apenas tuvo
faena en su primer partido serio de rojiblanco, descontados los que disputó al final del curso
pasado contra Sporting y Getafe con el Atlético pendiente únicamente de las finales de la Liga
Europa y de la Copa. El único (y notable) susto que se llevó el mozo se lo dio Moldskred, que
al filo del descanso le robó el cuero a Tiago tras un fallo de Perea, en el campo en
lugar de Valera, que se lesionó en una acción fortuita, y chutó al poste izquierdo.

Fue la excepción de un partido que el Atlético dominó con una calma que no se le conocía en
los últimos tiempos. Un ejercicio considerable para un grupo que afrontaba la cita exigido
después de la derrota de Tesalónica y el empate con el Bayer Leverkusen. El cruce tenía su
miga más por los partidos pasados que por la trascendencia del adversario, que apenas se
alargó en el campo y se pasó el rato cerrando los accesos al arco de Örlund. Visto lo visto, el
arquero abandonó satisfecho el estadio consciente de la mano de goles que podría haberse
llevado. La actuación de Diego Costa, más activo que Forlán, volvió a dejar conclusiones
interesantes. El escudero aguantó bien la pelota cuando le tocó ejercer de boya y se arrancó
con un par de autopases que merecieron algunos aplausos. El reconocimiento de la grada llegó
tras un contragolpe a la vieja usanza, una obra de arte para guardar en el archivo digital: Diego
Costa recibió la pelota tras una arrancada de Reyes por su carril, lanzó una pared
con Agüero y vio puerta acolchando el esférico con los rizos de la melena.



Una virguería que fue el colofón de una partida que Godín había abierto una hora antes. El
central uruguayo compensó la falta de tino inicial de los delanteros enchufando a la red un envío
milimétrico de Reyes, que repartió dos asistencias y media y fue cazado en una acción que no
mereció la roja. El zaguero abrió la lata peinando un centro a la carta del utrerano, que trazó un
pase estupendo con la zurda de afuera adentro que premió al equipo más esforzado.

La ventaja del Atlético descubrió todavía más las carencias del Rosenborg, que veía la pelota
desde lejos y donde el único que remaba era Annan. El medio ghanés cubrió cuanto pudo las
líneas de pase de Tiago, por lo general muy cómodo, hasta que el Atlético perdió intensidad
con el paso de los minutos. Un derroche de confianza que no fue a más por la profesionalidad
de la última línea, los colmillos romos de Prica e Iversen y el espíritu bonachón del Rosenborg,
el visitante más flojo que ha pasado este curso por el Calderón. Que se lo digan a Agüero,
que marcó el segundo gol a pase de Reyes la primera vez que tocó el balón.

J. MARCOS - Madrid - 21/10/2010
elpais.com