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Adrián Escudero "EL CHAVA" 1927-2011 D.E.P.

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Mensaje por ATLETISOY Mar 8 Mar - 12:34

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Mensaje por ATLETISOY Mar 8 Mar - 12:35

Fallece Adrián Escudero, máximo goleador
del Atlético de Madrid en la Liga


Adrián Escudero "EL CHAVA" 1927-2011 D.E.P. Imagen1copiarl

El histórico delantero tenía 83 años y disputó toda
su carrera profesional en el club rojiblanco

Adrián Escudero García, ex delantero del Atlético de Madrid, club en el que
estuvo toda su carrera profesional como jugador y del que es el máximo goleador
de su historia, falleció este lunes en Madrid a la edad
de 83 años, según ha anunciado la entidad deportiva.

Escudero, nacido en la capital de España el 24 de noviembre de 1927, fue fichado
por el Atlético de Madrid en 1945, cuando tan sólo contaba con diecisiete años y
el club se llamaba aún Atlético Aviación. Debutó en la Primera División en el
Barcelona-Atlético de Madrid (2-1), disputado el 27 de enero de 1946. Su retirada
se produciría al término de la temporada 1957-58, dejando atrás una
brillante trayectoria deportiva en la que logró dos ligas.

En total, disputó 287 partidos en la máxima categoría española, en la que anotó
150 goles. En todas las competiciones oficiales se fue a los 170 tantos. Uno de
ellos, representó el número 1.000 liguero del Atlético de Madrid, en encuentro
jugado en Vigo contra el Celta (08-03-1953), donde marcó de
penalti el segundo tanto de su equipo, que cayó por 3-2.

Adrián Escudero lució en tres ocasiones los colores de la selección española absoluta,
anotando un gol. Su debut como internacional fue en el España-Argentina, de 7 de
diciembre de 1952. Al finalizar su etapa como futbolista el Atlético de Madrid le
ofreció entrenar a las categorías inferiores y llegó a ser segundo entrenador del
primer equipo, e, incluso, primero durante algunas jornadas. Tras no renovarle
contrato el Atlético de Madrid colgó las botas como jugador y pasó a entrenar en las
categorías inferiores del club, llegando incluso a dirigir a la
primera plantilla en una jornada de la temporada 1963-64.

EFE / MADRID
07/03/2011



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Mensaje por ATLETISOY Mar 8 Mar - 12:37

ADRIÁN ESCUDERO, EL MÁXIMO GOLEADOR COLCHONERO

Adrián Escudero "EL CHAVA" 1927-2011 D.E.P. Imagen5copiar

Adrián Escudero permanece con letras de oro en la historia del Club Atlético de
Madrid. El delantero madrileño es el máximo goleador de Atlético, nadie más ha
marcado tantos goles como él vistiendo la camiseta rojiblanca. Escudero marcó
una época y su nombre siempre se recuerda con nostalgia, devoción y admiración
por los viejos aficionados que llenaban el Stadium del Metropolitano. Adrián
Escudero nació el 24 de noviembre de 1927 en Madrid. Desde niño, se dedico a
jugar al fútbol. Tras pasar por el C.D. Ronda y el Banco Hispano Americano,
Escudero llegó al Mediodía en donde sobresalió como un extremo izquierdo fino,
valiente, con un buen disparo y unas ganas tremendas de llegar a lo más alto.

En enero de 1946, el At.Aviación fichó a Adrián Escudero quien narra
las peripecias de su contratación:
El Mediodía era un equipo que estaba subvencionado por el Madrid. Así, todos
los jugadores del Mediodía que interesaban al Madrid se iban al equipo blanco.
Pero yo fiché por el Atleti por el siguiente motivo que explico a continuación.
Años después de fichar por el Atleti coincidí en una cena con Santiago Bernabéu,
presidente del R.Madrid, y me dijo que había oído que yo había dicho que el Madrid
no me quiso fichar del Mediodía y por eso me fui al Atleti. Bernabéu me aseguró
que esto no era cierto ya que el Madrid sí quiso ficharme lo que pasa es que el
presidente del Mediodía era un poco pirata y aceptó un dinero aparte
para su bolsillo del Atleti y así me vendió al Atleti.

Incluso al año siguiente el Mediodía desapareció. Fiché con 17 años por el Atleti
y entonces no se podía jugar en Primera División hasta cumplir los 18 años. Yo en
el Hispano (15 años) y en el Mediodía jugué con menos de 18 años pese a que tampoco
se permitía jugar en equipos federados con menos de esa edad, pero en esos equipos
me habían falsificado mi edad con la partida del nacimiento. El Atleti se dio cuenta
del asunto y esperó a que yo tuviese los 18 años para debutar con el
club colchonero. Además, el engaño ya había sido descubierto.

El 27 de enero de 1946, Adrián Escudero debutó ante el Barcelona en Las Corts con
derrota del At.Aviación por 2-1. El 3 de febrero, Escudero debutó a lo grande en el
Metropolitano; el At.Aviación goleó por 5-2 al Hércules y Escudero marcó el primer
gol del choque. El delantero rojiblanco añade que al principio la afición y el
entrenador no confiaban mucho en mí. Era un jugador muy alto y flaco que me costó
convencer a la gente. Luego, ya me hice con un hueco en el once rojiblanco.

Escudero ocupó plaza en tres excelentes quintetos atacantes del At.Madrid. Así, formó
parte de la Delantera de seda compuesta por Juncosa, Vidal, Silva, Campos, Escudero
durante la temporada 1947/1948; de la Delantera de cristal formada por Juncosa,
Ben Barek, Pérez Paya, Carlsson y Escudero en las campañas 1950/1951 y 1951/1952;
y de otra gran delantera con Miguel, Molina, Escudero, Peiró
y Collar durante la temporada 1955/1956.

A partir de la 52/53, Escudero ocupó el puesto de delantero centro gracias a la idea
de Helenio Herrera y continuada por el resto de técnicos. El 14 de septiembre de 1952,
en la primera jornada de Liga, el Atlético de Madrid goleó por 5-1 al Oviedo en el
Metropolitano. Helenio Herrera situó a Adrián Escudero de delantero centro mientras
que el joven Callejo ocupó el extremo izquierdo. La prueba resultó un éxito ya que
Escudero marcó dos goles y rayó a gran nivel en la punta del ataque.

Escudero era ya un ídolo de la afición colchonera. Sus goles, su juego, su pundonor,
su calidad, su categoría y su amor a los colores provocaron la admiración del hincha.
Así, el 6 de enero de 1955, el Metropolitano se llenó en el encuentro homenaje a Adrián
Escudero; el At.Madrid goleó por 4-1 al Wiener Sport (Austria). Escudero recuerda que
actuaron con el Atlético los madridistas Di Stéfano, Oliva y Molowny, así como el
exrojiblanco Ben Barek que militaba en el Olympique de Marsella. La afición premió con
una calurosa ovación a Escudero quien dio la vuelta al campo en medio del clamor del
público; además, el delantero madrileño recibió numerosos regalos, trofeos, obsequios
y ramos de flores; e incluso, el Ayuntamiento de Madrid le
concedió la Medalla de Plata al Mérito Deportivo.

En la temporada 1955/1956, una inoportuna luxación en su codo izquierdo le impidió jugar
la final de la Copa del Generalísimo; el At.Madrid perdió por 2-1 contra el At.Bilbao.
En las siguientes campañas, Escudero perdió protagonismo y cada vez jugó menos
encuentros. Al final de la campaña 1957/1958, Escudero se retiró.

Escudero defendió la camiseta del club de sus amores durante 13 temporadas jugando 287
partidos de Liga marcando 150 goles con lo que figura al frente de los goleadores del
Atlético en la competición nacional; además, contabilizó 37 encuentros de Copa con 18
tantos y otros 6 de otras competiciones oficiales (Copa Eva Duarte de Perón y Copa Latina)
con 2 goles. Así, Escudero sumó 330 encuentros oficiales logrando 170 tantos. Asimismo,
Escudero conquistó dos Ligas (1949/1950 y 1950/1951), una Copa del Presidente de la
Federación Española (1947) y una Copa Eva Duarte de Perón (1950/1951), además de un
subcampeonato de la Copa del Generalísimo (1955/1956) y otro de la Liga (1957/1958).
Finalmente, el madrileño jugó tres partidos (1 gol) con la selección española.

Después de su retirada como jugador, Escudero pasó a formar parte del cuerpo técnico
del club como entrenador de los amateurs y juveniles, más tarde ayudante del primer
entrenador y en una serie de partidos actuó como máximo responsable del At.Madrid.
Sin duda alguna, el nombre de Escudero estuvo, está y estará siempre ligado a la
historia del Atlético de Madrid. El Chava, así le llamaban sus compañeros, ha sido
uno de los jugadores que mayor rendimiento han dado al club madrileño.

Fernando Sánchez Postigo
29 de junio de 2009

http://www.lavidaenrojiblanco.com/Opiniones-Atletico-de-Madrid/La-Atletipedia.-Por-Fernando-Sanchez/Adrian-Escudero-el-maximo-goleador-colchonero








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Mensaje por ATLETISOY Mar 8 Mar - 12:38

OBITUARIO

Muere Adrián Escudero, el mayor goleador del Atlético


El histórico artillero del club ganó
las Ligas de 1950 y 1951


Adrián Escudero "EL CHAVA" 1927-2011 D.E.P. Imagen6copiart

El Atlético perdió ayer a Adrián Escudero, el máximo goleador de la historia
del club con 167 goles (150 en 287 partidos de la Liga y otros 17 en la Copa),
repartidos a lo largo de 13 temporadas en las que los títulos ligueros de 1950
y 1951 fueron el punto culminante de su carrera. Su muerte se añade a las
recientes del lateral Diego Lozano y el portero Marcel Domingo, indiscutibles
en aquel plantel inolvidable de Helenio Herrera (HH), fallecidos respectivamente
en febrero y diciembre pasados. Juan Carlos Arteche, icono
rojiblanco de otra generación, lo hizo en octubre.

Escudero nació el 24 de noviembre de 1927 en Madrid y vivió 84 años. Empezó a
jugar en el Banco Hispano Americano, en Segunda Regional, y también hizo sus
pinitos en el Mediodía, de Tercera División, pero su carrera estuvo intrínsecamente
ligada a la escuadra del hoy desaparecido Metropolitano, ubicado en la avenida de
Reina Victoria, que le fichó con 17 años cuando se llamaba Atlético Aviación.
Corría 1945 y Escudero, conocido como El Chava ?"no paraba de decirte chaval, esto;
chaval, lo otro", cuenta el exportero Miguel San Román? no dejaría el Atlético hasta
1958. Aparte del subcampeonato de Copa de 1956 y el de Liga de su último año, en su
palmarés figura la Copa Eva Duarte de 1951. "Ojo, que también marcó el gol número
1.000 del Atlético en la Liga, el 8 de marzo de 1953", resalta Vicente Calderón,
el hijo del presidente que construyó el estadio del Manzanares.

"Puedo decir con orgullo que durante 10 años he sido el capitán del Atlético, un
récord que nadie más ostenta, pero el mérito se lo debo a Adrián, que antes que
servidor llevó el brazalete sus buenos años y me enseñó el oficio y cómo comportarme
con los compañeros", recuerda el antiguo extremo Enrique Collar. "Pero también
defendía su parcela, ¿eh? Nos decía que si nos daban una patada había que devolverla",
dice entre risas sobre uno de los componentes de la gran delantera que
formaron con él Juncosa, Ben Barek, Pérez Payá y Tinte.

"Cuando subí al primer equipo, él tenía 30 años y yo 18. Desde la primera impresión,
te ganaba por su humildad, por su forma de tratarte, por su manera de hacer piña...
Por algo le llamaban El Ídolo de Cuatro Caminos. Era tan normal que cada mañana se
iba caminando al entrenamiento en el Metropolitano", prosigue San Román, el primero
en conocer su muerte por una neumonía poco antes de las siete de la tarde. Se lo
comunicó Eva, la hija de Escudero. Pese a que había perdido la movilidad en las piernas,
la victoria del sábado sobre el Villarreal había animado a El Chava a volver a ver un
partido en el Calderón. "Todo cambió ayer por la mañana, cuando estaba muy triste...
Lo de las piernas fue una tragedia porque había que verle cómo pegaba al balón. Es que
lo rompía. Aunque su posición natural era la de extremo izquierdo, se reconvirtió a
delantero centro con muchísima facilidad tras la marcha de Pérez Payá al Madrid en 1953",
añade Collar. En ese curso y el de 1955-56, Escudero anotó 21 goles, su mejor registro.

"Justo cuando fiché por el Atlético acababa de retirarse, pero le recuerdo en el club
como ayudante técnico, aunque también probó fuera y entrenó al Badajoz a mediados de la
temporada 1967-68...", recuerda el exmedio Adelardo, que cuenta una de las anécdotas
favoritas de Escudero: "A veces se acordaba en tono no muy cariñoso de Franco Gemma,
el niño italiano que en un sorteo dejó a España fuera del Mundial de Suiza 1954 tras
empatar con Turquía, contra la que marcó su único gol con la selección". Su promedio
(0,52 goles por partido) con el Atlético fue mucho mejor. "Hubo futbolistas mejores,
pero yo era el que definía las jugadas, el que las acababa.
Y el fútbol son goles...", resumía Escudero, siempre discreto.

J. MARCOS - Madrid - 07/03/2011
elpais.com







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Mensaje por ATLETISOY Mar 8 Mar - 12:39

Aquellos buenos viejos tiempos...

Recuerdos de aquel legendario capitán del Atlético.

Adrián Escudero "EL CHAVA" 1927-2011 D.E.P. Imagen3copiar

No tuve la dicha de ver al Escudero de la delantera de cristal; ni al del 3-6
en el viejo Chamartín donde sobresalía conjuntamente con los Juncosa, Campos,
Ben Barek, etc. El primer partido en el viejo Metropolitano al que asistí fue
el Atlético con el Condal de Barcelona. Recuerdo aquel maravilloso estadio como
si fuera ayer, aquella afición que revoloteaba sus pañuelos como si fueran
palomas blancas a cada gol del Atlético; por la calle Isaac Peral y por el
Paseo de los Olivos, subíamos y bajábamos para ver a nuestro equipo, eran
mediados de los 50, yo tenía el carnet de infantiles, era una España bien
distinta de la actual, el fútbol lo era todo, era el único foro donde se
podía opinar y discutir. Todavía perduraban las heridas de la Guerra Civil,
pero no en el Atleti; increíblemente los atléticos habíamos efectuado con
veinte años de antelación nuestra reconciliación, allí convivíamos como hermanos
los más humildes obreros con los estudiantes y con la parte más aristocrática
de Madrid. Había sombreros y boinas; y una cosa muy peculiar, muchísimas mujeres
que parecían liberadas en nuestras gradas. En el campo del Madrid olía a Chesterfield,
en el Metropolitano a Farias, pero nos parecía el mejor de los Habanos.

En aquel escenario jugaba nuestro equipo. Sobre todos sobresalía Escudero, alto,
de complexión atlética y con un pelo tan abundante que parecía un galán de Hollywood;
de fino regate, rematador certero, con la testa inigualable, en definitiva, un goleador
que además jugaba. Él era la garantía, un símbolo, si él jugaba nadie
se podía esconder, pues era el primero en partirse el pecho.

Salía como capitán el primero por el foso, verle salir era, en este equipo irregular,
garantía del éxito: "Hoy juega Adrián, hoy ganamos". Después fue entrenador del Atlético,
derrotó nuevamente al Madrid en el Bernabéu con un gol majestuoso
de Mendoza, recuerdo a Adrián corriendo alborozado por el campo.

Desgraciadamente, en pocas fechas hemos perdido a Marcel Domingo, a Arteche y ahora a
nuestro gran capitán. Arriba tendrás un gran equipo de atléticos que te estarán
esperando para que los vuelvas a liderar, pero aquí nos dejas un enorme
hueco que nadie podrá llenar. Dios te acoja en tu seno capitán.

Gabriel Camuñas | 08/03/2011
as.com









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Mensaje por ATLETISOY Mar 8 Mar - 12:44

La soledad del Chava

Adrián Escudero "EL CHAVA" 1927-2011 D.E.P. Imagen8copiard

Extracto del capítulo sobre Adrián Escudero del Libro
'Sentimiento Atlético. Cien años de sueños, alegrías y
desencantos' escrito por Javier G. Matallanas y José Miguélez
con motivo del Centenario del Atlético de Madrid.


La escoba siempre tenía que estar ahí, detrás de la última puerta del camino que
iba de los vestuarios al césped del viejo Metropolitano. Y si alguna vez no estaba,
Adrián Escudero, el mito de todos los mitos del Atlético según Luis Aragonés, paraba
en seco al grupo de jugadores y se la hacía poner al utilero. Una vez apoyada en su
sitio, el capitán la mandaba por los aires de una patada y el equipo al completo
saltaba al campo por detrás de la portería, ya con la moral por las nubes, a
enfrentarse al rival de turno. Era un gesto de sortilegio, una superstición, que
nadie se atrevía a discutir, ni siquiera a preguntar por ella. O tal vez era un
signo de desahogo, de escondida rebeldía, el único que se podía tener en una época,
mediados de siglo, en la que los derechos más elementales no existían para aquellos
a los que les correspondía obedecer. Y a Escudero, uno de los héroes olvidados que
contribuyó a edificar la leyenda de esta camiseta, le tocó comprobarlo
en carnes propias varias veces. Dentro y fuera del campo.

El Atlético, que mandaba en la tabla y soñaba con conquistar su tercer título de
Liga consecutivo, jugaba en el campo del Español y ganaba por 0-1. Ocurrió escasos
minutos antes de concluir la primera parte; ocurrió, por desgracia para el pobre
Adrián Escudero, en marzo de 1952, una época en la que lo peor no era que no hubiera
sustituciones. Tampoco que entonces circularan con absoluta impunidad las patadas,
una de las cuales fue a parar violentamente contra su pierna izquierda... El peroné
quedó hecho trizas. La rotura era evidente al tacto y -bastaba mirar la cara de
sufrimiento del jugador-, a la vista. Pero la voz autoritaria de Helenio Herrera,
el entrenador, se encargó de recordar que las lesiones, por graves que fueran, se
convertían obligatoriamente en ese fútbol de mediados de siglo en insignificantes
contratiempos: "Oye, Rafa, busca dos tablillas". Y pese a las alarmadas
recomendaciones del masajista [Rafa] -"pero míster, si no puede andar, no sea usted
bestia"- y a las lágrimas de Escudero, el italiano insistía: "Que se ponga de extremo
izquierda, en lo suyo, que le estarán marcando uno o dos". Escudero se libró de la
salvajada, pero no de la cara de reproche y decepción del técnico -"un entrenador muy
bueno, pero un amoral: lo primero era el fútbol, y la persona, si se muere, que la
den por culo"- ante la evidencia física de que ni siquiera en aquellos
tiempos uno es capaz de caminar con una pierna rota.


Jugar con dolor

El codo, claro, era otra cosa. Así que cuando Escudero sufrió una luxación durante una
semifinal de Copa en el Metropolitano, también ante el Español, con otro sargento al
volante del equipo, Antonio Barrios, nada ni nadie pudo acudir en su rescate. El médico
del equipo, tirando de un lado y otro hasta volver a colocar el codo en su sitio,
inmovilizándoselo después con un vendaje de emergencia, le devolvió al campo no sin
evitar una sensación de dolor superior incluso a cuando se rompió el peroné. Pero no
bastaba con pisar el terreno de juego. Las responsabilidades habituales, si las tenía,
seguían ahí. Así que cuando el colegiado decretó penalti, Barrios se mostró inflexible:
lo tira el encargado de tirarlos. Escudero intentó negarse sin ningún éxito:
"Míster, pero si yo no puedo", intentó sin éxito. El marcador reflejaba un empate y
quedaba poco tiempo para el final. Así que, retorciéndose,
acudió al encuentro con el balón y disparó: poste.

Otro día, durante una concentración del Atlético en El Escorial, Escudero amaneció con
un ántrax en el cuello. Había pasado una mala noche y le dolía la cabeza. Rafa, el
masajista, se lo comunicó por teléfono al médico del equipo, Garaizábal. "Media hora
antes del partido voy para el campo y ya me ocupo", contestó. Cuando el galeno llegó
se armó de un escoplo y empezó a cortar. No hubo éxito. Segundo intento. Llamó al
guarda del Metropolitano y le pidió una hoja de afeitar nueva. Diez minutos antes de
saltar al césped, Escudero presenció como el médico le fue sacando el pus a pelo.
El Atlético ganó 3-1 al Valencia y Escudero marcó un gol de cabeza. Al celebrarlo,
su compañero Mencía le dio una palmadita en el cuello y
casi lo paga caro. "¡Pero coño, no te puedo felicitar!".

La tentación del irrealmandril

El futbolista de entonces lo aguantaba todo. Y si su sumisión llegaba a tales extremos
dentro del campo, sin que los riesgos físicos importaran, fuera, en los despachos, la
cuestión empeoraba. "Los presidentes eran unos dictadores; te hacían unos contratos
leoninos y cuando acababan, si ellos querían, te tenías que quedar por narices. Y el
día que ya no les valías, te daban una patada y a la calle". Y si llegaba una oferta,
que también llegaban, a verla pasar hasta que el club le pareciera bien. A Escudero le
ocurrió con el irrealmandril. Al menos eso le desveló su padre, porque el futbolista
siempre era el último en enterarse, si es que se enteraba. "No sé es una historia real,
pero mi padre me contó que un tal Echaniz, secretario técnico del Madrid, que era de
su grupo de amigos, le dijo que ponía el dinero para comprar la carta de libertad al
Aleti [así, sin t, como lo pronuncian los castizos]. Que el Madrid pondría los millones.
Pero no hubo forma: el Atlético andaba bien de pasta, el campo se
llenaba todos los domingos, y se negó a poner una cifra".

En el vestuario no se hablaba de política. Tal vez hubiera algún jugador más bien de
izquierdas, pero nunca se escuchó en la intimidad de los camerinos una sola crítica a
Franco y su dictadura. A Escudero, la guerra civil le sorprendió en Madrid con ocho años
camino de nueve. Tanto a él como a su hermana intentaron llevárselos a Rusia, pero su
madre lo impidió. A su padre no le vieron durante los tres años de conflicto, combatía
en Navarra como requeté camuflado. Durante la sangría, como había recibido la primera
comunión e intuido el bando por el que luchaba el cabeza de familia, le señalaban como
fascista ("había que tener cuidado con la jefa de la comunidad de vecinos, la comisaría,
la chivata de todo"); al concluir, como había permanecido en zona republicana, le
tildaban de rojo. "No había manera, por un lado te daban bofetadas y por el otro también".

La Guerra Civil

Madrid se quedó sin fútbol oficial, pero no en las calles o en los colegios. Escudero
recuerda jugar con pelotas de trapo y, sobre todo, la bronca de su madre cuando regresaba
con los zapatos destrozados. "No había para nada y el niño, empeorando las cosas con el
fútbol". Concluía la guerra, Escudero comenzó a ser protagonista del combate
futbolístico Madrid-Atlético que se lidia en la capital desde que apareció este deporte.
De una acera y de la otra, empujaban al chico para ganárselo sentimentalmente. Como vivía
más cerca de Chamartín, empezó de blanco, pero la familia, un tío suyo, le rescató. Le
hizo socio, se lo llevaba cada domingo a Vallecas, que era donde después de la guerra
jugaba el Atlético de Aviación, y le protegió de las
`malas' influencias. Cuando se inauguró el

Metropolitano, Escudero ya era colchonero de todas, todas. El destino, su habilidad con
el balón, a punto estuvo de mandarlo de nuevo al bando contrario. Un amigo suyo se lo
llevó a jugar al equipo del Banco Hispano, de Segunda Regional. Pero como sólo tenía
15 años, y no permitían federar a menores de 16, tuvieron que falsificar su partida de
nacimiento. En 1945 fichó por el Mediodía, un equipo satélite del irrealmandril, que le
asignó un pequeño sueldo y viajes gratis en tren -el presidente del equipo era el
Comisario jefe de la estación de Atocha-. Pero a los pocos meses, antes de acabar
el año, y en medio de una misteriosa polémica, ya estaba en el Atlético.
No fue hasta algún tiempo cuando supo por qué.

Santiago Bernabéu y el presidente del Mediodía

Se enteró gracias a una entrevista de radio en la que Escudero explicó que, a parte de
por las 35.000 pesetas de sueldo que le puso el Atlético encima de la mesa, fichó
porque el Madrid no le quería. "¿Si no, por qué me han dado la carta de libertad?",
declaró, consciente de que en aquellos días los clubes ataban con contratos leoninos
a sus jugadores y eran prácticamente sus amos. Santiago Bernabéu, el presidente del
irrealmandril, escuchó el programa y a la primera comida de hermandad con el Atlético,
llamó a Escudero para revelarle otra versión. "Chaval, ven aquí. Mira, tú no estás en
el Madrid por el hijo puta del presidente del Mediodía, porque los del
Atlético le metieron 50.000 pesetas en el bolsillo para convencerle".

El revendedor

La hoja de servicios de Adrián Escudero, el Chava, está llena de forzados gestos de
raza a los que se sometía sin rechistar, de una entrega absoluta. Pero también de goles
-147, la cifra más alta alcanzada por un jugador rojiblanco, en 287 partidos de la Liga-,
de victorias y de títulos. Comenzó de extremo izquierda, posición en la que formó parte
de dos delanteras míticas del Atlético, la de seda -Juncosa, Vidal, Silva, Campos y
Escudero- y la de cristal -Juncosa, Ben Barek, Pérez Payá, Carlsson y Escudero-.
Y terminó su carrera como delantero centro, una excentricidad imprevista de Helenio
Herrera, en 1952, de éxito fulgurante. "El equipo se había quedado sin nueve, no me
acuerdo por qué. De lo que sí me acuerdo es que yo había empezado a coger un poco de
peso. El míster me llamó y me dijo: 'te voy a poner de delantero centro y a los tres
meses vas a ser internacional en esa demarcación'. Efectivamente, me puso, y a los
tres meses, en un España-Argentina, Pedro Escartín, el seleccionador, quitó a Zárraga
y me puso a mí de nueve. Y pensé, 'el cabrón ése, el mago que llaman".

Extremo y delantero centro

De Helenio Herrera, un hueso, recuerda otra anécdota. Cuando jugabas te animaba mucho
con continuos halagos. Cuando no podías actuar, por una lesión o una expulsión, te
machacaba para motivar a tu sustituto. "Al que entraba en tu lugar, le comentaba:
'mira Escudero, es una puta mierda; un petardo, tú le
puedes quitar el puesto'. Se lo decía todos".

El caso es que mirado su fútbol con la perspectiva de los años, Escudero sostiene que
fue mejor delantero centro que extremo. "Mis últimas temporadas fueron las mejores.
Le había cogido el aire al puesto y la experiencia de tantos años jugando me potenciaba.
Técnicamente no era muy bueno, pero sí muy, muy rápido. Y sobre todo tenía una cosa:
el gol. Pero cuando más tantos marqué fue como extremo. Como no era zurdo, recortaba
siempre hacia adentro y me perfilaba la portería para el remate con la derecha".
Y su primer número, ya que la introducción de dorsales en las
camisetas le pescó con la carrera avanzada, fue el nueve.

El Metropolitano siempre se llenaba

Tanto de extremo como de delantero centro, Escudero recuerda siempre el Metropolitano
repleto, con la gradona llena de 20.000 espectadores de pie. Era otra afición, más
exigente quizás que la de ahora, pero igualmente fiel. "Futbolísticamente", asegura
el delantero, "antes estaban mucho más enterados; ahora es más forofa. La exigencia
de antes era porque les gusta ver que las cosas se hacían bien; ahora la gente es
exigente porque le gusta que ganes. Entonces, aún ganando, te pitaban. No valían los
partidos de ahora, que parecen rondos. Había que coger y boom, para adelante: maricón
el último, a ver quién llega antes. Y resultados amplios". El caso es que el Metropolitano
se llenaba. Y como los futbolistas eran un camino más cómodo que guardar cola frente a
las taquillas, recibían cada semana numerosas peticiones. Los amigos le adelantaban el
dinero, o no, y el club luego se lo descontaba de la nómina. Escudero llegó a solicitar
tantas, que, ante la sospecha de que pudiera haber organizado una trama
paralela para la reventa, acabó una vez con los pies en comisaría.

Ocurrió una vez, tras pedir mil entradas. Del reparto se ocupaba un amigo. Quedaba con la
gente en algún punto de los alrededores del Metropolitano y allí iba soltando las
localidades. Pero ese día, no todos los aficionados acudieron a retirar los encargos y
cuando la policía le dio el alto llevaba aún encima un importante paquete de entradas.
Lo llevó directo a la comisaría de Reina Victoria, donde no le creyeron la inocente
versión. Finalmente nombró a Escudero, que tuvo que personarse en los calabozos para
resolver el entuerto. "Sí, este señor es amigo mío y las entradas las pedí yo. Pero
no son para revender. A regañadientes, porque el futbolista tenía entonces su influencia,
conseguí que le soltaran. Pero ya me quedé para siempre en el club como el revendedor".

Delantero de seda y de cristal

De las dos delanteras mágicas de las que formó parte, Escudero se queda con la segunda,
la de cristal. Integrar la de seda -Juncosa, Vidal, Silva, Campos y Escudero- le afectó
emocionalmente porque alguno de sus compañeros eran los ídolos de su juventud. Especialmente
Campos, un interior canario que iba extraordinariamente bien de cabeza, y que formando
ataque con Enrique, Arencibia, Pruden y Vázquez conquistó, año 1941, el segundo
título de Liga del Atlético, el primero que Escudero
celebró con el entusiasmo de un aficionado.

Pero se queda con la de cristal -Juncosa, Ben Barek, Pérez Payá, Carlsson y Escudero-,
que se denominó así "porque el negro se nos rompía siempre". Y el negro es Ben Barek,
'la perla negra', otro de los futbolistas con mayúsculas que han vestido la rojiblanca.
"Una veces por una cosa, unas por otra, andaba siempre renqueante. Bueno, los únicos que
estábamos siempre ahí, que nunca nos lesionábamos, éramos Carlsson y yo. Porque Juncosa,
de vez en cuando, marcaba el gol del cojo. No había cambios ni fueras
de juego, se ponía cerca de la portería y a empujarla".

Ben Barek: "El mejor del Atleti"

"Yo he venido aquí para jugar al fútbol, no para ir a la guerra". Ben Barek tenía una
particular manera de entender el fútbol, lo miraba como un artista, lo consideraba un arte.
Por eso, cuando llovía, cuando los campos de aquella época -sólo había cuatro o cinco con
el césped en buenas condiciones-se convertían en patatales, Ben Barek dimitía. El balón de
entonces, de badana, cuando se mojaba se transformaba en una piedra. Doblaba su peso y
desplazarlo era todo un desafío. Rematarlo con la cabeza, un acto de heroicidad.
Porque estaban cosidos con una correílla que, si te daba,
"se llevaba todo el pelo y te quitaba medio pellejo".

Y a ésas Ben Barek no iba. Pero cuando el estado del terreno de juego ayudaba y el solo o
el buen tiempo se imponían, entonces el negro tocaba música con el balón. Natural de
Casablanca (1917), y también con nacionalidad francesa, fichó por el Atlético dos
temporadas después de acudir un día al Metropolitano con el Stade de Reims y dejar
a rivales, seguidores y directivos con la boca abierta. Su contratación, desde entonces,
se convirtió en una obsesión de los madrileños: "Al negro hay que ficharlo al precio que
se sea, menuda joya". Pese a la edad a la que llegó, 31 años, al marroquí -"no se asusten,
me encuentro como un chaval de 20 años", declaró nada más pisar suelo español- le dio
tiempo a dejar seis temporadas inolvidables en el Atlético, como campeón de Liga
(1949-50 y 1950-51). Melcón, periodista de Marca, lo definió así: "Fenómeno de verdad,
sin truco, con prodigiosa clase, con un toque de balón maravilloso,
con una inteligente y sabia concepción del juego".

Su compañero Escudero también encuentra palabras para él: "Es técnicamente, no hay
duda, el mejor futbolista que ha pasado por el Atlético". Sin embargo, Escudero, que
se amoldó a su juego, no logró hacerse a sus costumbres, propias de la religión
musulmana. "Cuando iba a comer con él", recuerda, "había que tener un cuidado con
las comidas que no veas. De cerdo, nada. Pero es que el cocinero le traía una sopa
de éstas normales nuestras, de cocido, y dice, a jalufo, porque claro el caldo está
hecho con jamón. Y tiraba el plato. Y no bebía nada". En los partidos, antes de
empezar, Ben Barek ponía una toalla en el suelo, se arrodillaba y miraba a la Meca.
"Bueno decía que miraba hacia allí, porque ya me dirás tú
cómo podía saberlo dentro del vestuario".

A Escudero se le iluminan los ojos cuando habla del cristal. "Éramos cinco y cada uno
de nosotros aportaba una cosa distinta. Juncosa era un chaval muy rápido, muy habilidoso.
Ben Barek, un artista. Pérez Paya no era muy fino jugando, pero era alto, remataba muy
bien de cabeza y metía goles. El pequeño, Carlsson, era la ardilla ésa que se mete por
todos lados, entiendes, y desconcierta al contrario. Y a mí, pues me la daban.
Yo arrancaba y sabía que me iban a pasar la pelota. Yo era desmarque sobre seguro,
porque me la daban bien". Antes de que la delantera de cristal quedara redondeada
con el fichaje de Pérez Payá a la Real Sociedad, el Atlético, bajo
la batuta de Helenio Herrera, conquistó su tercer título de Liga.

El terrón de azúcar y otros potingues

Integrar una delantera de lujo en aquellos tiempos no constituía una asignatura fácil.
No existían las tarjetas amarillas, y las rojas, que sí había, nunca se mostraban en los
primeros minutos. De modo que los partidos comenzaban con los defensas en poder de una
licencia para pegar. Y a los atacantes les tocaba sufrir. "Nos escupían, nos decían
'hijo puta de aquí no pasas'. Me rompieron las piernas, la nariz... Mira, esta cicatriz
que tengo aquí [se señala la nariz] me la hizo un defensa derecho del Sevilla que era
pequeño... Joaquín se llamaba. Fui a rematar de cabeza y viene el cabrón y zas...
Me puse el pañuelo para quitar la hemorragia, pero la sangre salía por arriba. Y en el
descanso, venga, a arreglarle la nariz al señor Escudero. Rafa, el masajista, me pone
aquí no sé qué y a jugar... Todo el segundo tiempo así. Cuando acabó el partido, me tuve
que ir a casa mareado. Pero en aquella época era normal. Como no se podía sustituir
a nadie, te trataban como a los soldados. Mandaban el
entrenador y el médico y nosotros a obedecer".

El poder de los médicos era brutal. Influidos por los directivos, no había percance sin
remedio, aunque no lo tuviera. "Decían 'oye, que puedes jugar' y tú, 'sí, bueno'; te
daban una aspirina y al campo". Y no valían las denuncias, ni siquiera los comentarios
ante los medios de comunicación. "¿A quién iban a creer? Al médico, a mí no me creía
nadie más allá de mi familia". Escudero, con todo, guarda admiración por la prensa de
entonces. "Eran señores que sabían escribir. Estaba Eduardo Otegui, Pedro Escartín,
Quilates... Hasta que llegó ése que llamaban el butanito [José María García], que estaba
en Pueblo, y cambió el estilo. Cuando aparecía por el campo, los compañeros
decían 'mira bien ese cabrón, cómo nos ha pegado', Y luego,
cuando se encontraban ya con él, venga abrazos".

Helenio Herrero, Daucik y el optalidón

No sabe muy bien si por decisión médica o del propio entrenador, Escudero recuerda que
Helenio Herrera les hacía tomar un terrón de azúcar antes de cada partido y que Fernando
Daucik daba también algún potingue. "Decía que era un preparado de azúcar, una vitamina.
Lo tomabas, pero no sabías ni lo que era, ni para qué era, ni si era droga o no. Pero
creo que entonces no se usaba nada de eso". Siendo entrenador del Badajoz, Escudero
recuerda que un día un jugador le dijo que no había dormido bien, pero le dio un
optalidón y el chaval las dio todas. Muchos días después, el técnico se enteró de que
a partir de entonces cada domingo, antes de los partidos, le pedía al masajista, un
optalidón. "Se creía que el medicamento era lo que le había hecho jugar bien. Pero al
final le tuve que quitar del equipo porque ni con optalidón daba una. El cuerpo es
inteligente y sabes lo que necesita en cada momento. Y no le puedes dar lo que no
necesita. Es como el tomar mucha naranja. El cuerpo admite sólo la vitamina C que
necesitas; la que no necesitas, la orinas. Y yo se lo decía a uno, 'tu huélete
cuando haces pis, y si hueles a naranjas, es que ya no necesitas más'".

Mal pagado

No eran tiempos en los que el futbolista ganara como para cubrir de oro a tres
generaciones de descendientes, pero el Atlético, por entonces, podía presumir de
ofrecer los mejores sueldos. "A mí, no", se lamenta Escudero, "mi contrato era de
los peores. Siendo yo la figura del equipo, me renovaron el contrato por 200.000
pesetas al año. Ben Barek, Carlsson, Juncosa, Marcel Domingo, todos los que habían
sido fichados de fuera, cobraban mucho más. Pero a mí, como era de la casa, me daban
un chusco y a correr. No hay derecho, por eso les mandé a
hacer puñetas... Pero lo tuve que aceptar".

Y aunque famosos, los jugadores podían hacer una vida más o menos normal. La mayoría
iba en transporte público a los entrenamientos, y salía sin mayores problemas. Alguna
vez, recuerda Escudero, más de la cuenta. Como le pasó a Múgica antes de un viaje de
concentración. A la hora acordada, al autocar llegó su hermano con la maleta en la mano.
"No, es que he dejado aquí al lado a mi hermano hablando por teléfono", decía hasta que
minutos más tarde, y ya que Múgica no aparecía, terminaba por confesar que no
había dormido en casa esa noche y que desconocía dónde estaba.

Los días de odio al fútbol

Cuando Escudero se retiró, tres años después de recibir el partido de homenaje al que
se hacían acreedores los futbolistas con más de diez temporadas en el club, entró a
formar parte del organigrama de entrenadores del equipo, principalmente con el fútbol
base. Su trabajo oscuro como técnico de la casa le reportó sus peores días en la familia
rojiblanca. El club lo usó como chico para todo -en ocasiones cogiendo varios
equipos al mismo tiempo- y luego, fiel a su tradición de
devorar a sus ídolos, lo despidió de mala manera.

Su cuota de vanidad desde el banquillo, aunque no reconocida desde el club, la sació al
lado de Domingo Balmanya. Bueno, más bien haciendo sus veces. Fue en el curso 1965-66,
el último en el estadio Metropolitano, que concluyó con el quinto título de Liga del
Atlético. A seis jornadas del final, el Barcelona, uno de los rivales directos por el
título junto al irrealmandril, les gana a domicilio. Y Balmanya se pone enfermo.
"Este cabrón nos ha abandonado", comentan resignados los directivos, que diseñan un plan
de emergencia para afrontar el tramo final del campeonato. Vicente Calderón, el presidente,
llama a Escudero y le dicta una orden: "Tienes que entrenar". El Madrid mandaba en la tabla,
con cinco puntos de ventaja, pero Escudero se armó de valor y, en presencia del presidente,
lanzó un augurio arrogante: "Vamos a ser campeones; el Madrid va a perder tres partidos y
nosotros, ninguno. Y así fue". Cuatro partidos después, gracias a la derrota del Madrid en
Barcelona, el Atlético recuperó el liderato. Y cuando Escudero se preparaba para recoger la
gloria, a las puertas del último partido en Sarriá, se presenta de nuevo Balmanya.
"Ganamos 0-2 y, bueno, el mérito se lo llevó él". Cuando reclamó las primas por el título,
en el club le contestaron que se las habían dado a Balmanya, a quien le correspondían por
contrato. Escudero acudió a hablar con Vicente Calderón a sus oficinas en la calle Luna y
el presidente le tranquilizó: "Mira Adrián tú vas a estar aquí, y vamos estar tú y yo.
Tú vas a ser la primera bailarina, o la segunda bailarina, pero tú estás conmigo".
Escudero cobró finalmente en primas la parte proporcional a los
cuatro partidos que estuvo al frente del equipo.

La salida del Atlético

Al año siguiente, Otto Gloria sucede a Balmanya y Escudero permanece de ayudante. El
entrenador brasileño padecía de gota. Cuando le daba el ataque, se le deformaba el pie
y no podía entrenar. Y esto ocurría a menudo, sobre todo cuando tomaba una 'escuderina',
una bebida, mezcla de chichón dulce y seco, que bautizó con el nombre de su segundo.
"Se le ponían las piernas... Así que tenía que entrenar yo. Y también dar las charlas
tácticas. Normalmente, yo hablaba por él". Gloria y Escudero entablan una buena amistad,
rota de forma fulgurante unos meses más tarde. Acaba la temporada y ambos se van de
veraneo. A la vuelta, pocos días antes de la presentación oficial del club, Escudero
recibe una misteriosa nota del club en la que le dicen que antes de acudir al
entrenamiento se presente en las oficinas de la calle Barquillo 22. Al llegar allí, un
directivo amigo, el Conde de Cheles, le deja de piedra: "Otto Gloria ha dicho que si vas
el día de la presentación, él dimite". A Escudero le cuentan que mientras Gloria trataba
de convalidar su título de entrenador brasileño con el español, alguien del Colegio de
Entrenadores [de profesores Balmanya y Villalonga, que habían tenido de segundo a Escudero]
le advierte: "Como no eches a Escudero de tu lado, te vas a ir a hacer puñetas. A nosotros
ya nos ha echado". El Chava desmiente haber influido en el cese de los entrenadores
anteriores, pero por esa imputación tuvo que abandonar el club. Se quedó en la calle.
"Tú me has echado a mí, pero verás lo que duras", se limitó a decirle Escudero a Gloria
anunciándole que había errado el tiro. El brasileño fue
destituido antes de que concluyera la temporada.

Las amenazas de Vicente Calderón

Escudero sí reconoce haber ejercido de una especie de asesor de Calderón, quien se lavó
las manos en el caso. "¿Pero qué es lo que han hecho ustedes conmigo?", le reprochó al
presidente al tiempo que desahogó todo el paquete de agravios que creía haber padecido
históricamente en el club. Calderón, según cuenta Escudero, no vaciló: "Mira, Adrián,
sé que eres un hombre inteligente y no vas a decir nada en contra del Atleti. Si sueltas
algo por la radio [el pánico a José María García y a sus denuncias en Hora 25 presidía
entonces las directrices del fútbol español], yo voy a rebatirte. Si dices algo por una
emisora...". "Me amenazó, me amenazó", desvela Escudero, que se sabía de memoria los
entresijos del Atlético, disponía de mucha información jugosa que
poder airear. Pese a las llamadas de García, nunca habló.

El Badajoz y Jesús Gil

Escudero se refugió en el Badajoz, pero tras unos meses como técnico, también fue
destituido. Y dejó el fútbol para siempre. "Le cogí odio al Atlético, bueno, a sus
directivos. El Aleti no son las personas, entiendes. Pero cogí tal odio que ya no venía
ni a los partidos. No, estar 25 años en el club, 25 años, para que luego venga un señor y...
Y yo con cuatro niños y él sabiendo que ganaba solamente para vivir. Y al cabo de 25 años,
cuando creo que tengo algo dentro ahí, algo, me cogen y me mandan a hacer puñetas. Porque
ni paro, ni leche, claro, porque en aquel momento aquí ni se
pagaban los seguros sociales, ni se pagaba nada".

Como su padre andaba metido en el gremio de la construcción, Escudero redibujó por ahí su
vida. Fuera del fútbol y fuera del Atlético, al que tanto había querido y al que tanto, por
culpa de su presidente, empezaba a odiar. Poco a poco recuperó su afición. Aunque visitó con
más frecuencia el Bernabéu y la Ciudad Deportiva y sin perder su desencanto volvió a mirar
al Atlético con el rabillo del ojo. Armado del pase de jugador internacional -"el Atlético
nunca me dio una entrada ni yo se la pedí"- acudió al Calderón a ver partidos de vez en
cuando. Hasta que otro presidente, Jesús Gil, le puso de nuevo en contacto con la que, pese
al distanciamiento, seguía siendo su casa. Le llamó para la campaña electoral de 1987, para
que le apoyara, y Escudero, lo admite ahora, se quiso aprovechar. "Como también era constructor
y tenía una inmobiliaria..." Y efectivamente, a cambio de su apoyo, Gil, que andaba recomprando
los chalets de Los Ángeles de San Rafael, le ofreció un negocio: "Mira, como los chalets están
muy usados, pues los limpias, los adecentas y tal. Los dejas como nuevos".

La grandeza perdida

De vuelta al fútbol, a las gradas del Calderón cada dos domingos, a la oficina de la que
disponen los veteranos dentro del estadio para reunirse cada lunes, de vez en cuando en la
visita a una peña en representación del club, Escudero compara el Atlético que le tocó vivir
y lo que queda de él, y no para de lamentarse. "Era un grande y lo pudo ser más, mucho más".
Sostiene que el club cometió un par de errores trascendentales que le impidieron convertirse
en la sociedad referencia y que permitieron a su eterno rival,
el irrealmandril, adelantarle en poder y prestigio.

Habla como equivocación del cambio de estadio, el traslado del Metropolitano al Vicente Calderón,
cuestión en la que muchos veteranos aficionados coinciden. Lo califica de error geográfico
-no es lo mismo Reina Victoria que la M-30- además de sentimental. Y eso que había un aspecto
del estadio que deploraba. Además de los partidos de fútbol, después también albergaba carreras
de galgos y trick-track (motos). Para esta última prueba echaban una especie de polvo que,
al día siguiente, cuando los jugadores del Atlético iban a
entrenarse, se les incrustaba en la ropa y en la piel.

El equipo del Gobierno

También reprocha la incompetencia de los directivos para perpetuar el poder del que llegó a
disponer el Atlético. "Tenía más dinero que el irrealmandril, mucho más peso. Pero en lugar de
invertir, lo dejaron guardado. Vivieron a corto plazo, sin miras de futuro, todo lo contrario
que Santiago Bernabéu, cuya visión de futuro llevó a su club adonde ahora está. . También dentro
de la política. Don Fernando Fuertes de Villavicencio, gerente del Patrimonio Nacional, era
vicepresidente del Atlético, y tenía una fuerza para haber hecho... Franco siempre le decía
'Fernando, vete a ver a tu equipito', pero el Atlético no se aprovechó. Se habla de que el
Madrid ha sido un equipo protegido por el Estado, el equipo del Gobierno. Pues nosotros antes
no éramos del Gobierno, éramos el Gobierno, con el Atlético Aviación, y no se aprovecharon".
La página web del Atlético lo define así como una de sus leyendas: "Madrileño de pura cepa,
Escudero no escatimaba un gramo de energía. Su cuerpo y su alma estaban al servicio del equipo.
Corría más que nadie, se jugaba el tipo con una generosidad asustante. No era un kamikaze ciego,
pero su pierna, sus vísceras, siempre estaban prestas al quite, como el retén de bomberos.
Internacional en muchas ocasiones, Escudero está considerado como una institución en el Atlético.
Los goles, la casta, el empeño, Madrid y Escudero... son la misma cosa".


"Los auténticos gladiadores"

Adrián Escudero, el Chava, lleva el Atlético dentro. Lo mira con orgullo, pero también con una
comprensible mueca de rencor. El Atlético, esta institución tan grande, tan maravillosamente
distinta, tan olvidadiza, no le ha sabido devolverle ni un trocito de lo que él puso por elevar
a la leyenda a la camiseta rojiblanca. Pero Escudero, que simplemente lo puso todo, quiere al
Atlético, no puede evitarlo. Su vida se la dejó ahí. Y el club, los dueños actuales, los
dirigentes anteriores, los aficionados, sólo le han correspondido con la indiferencia.
De pronto, mientras recorre las galerías del Calderón en el más absoluto
anonimato, alguien se le acerca y le abraza.

"Éstos son los auténticos gladiadores, macho... Yo me acuerdo... siempre me acordaré de verle
salir a tirar un penalti con el brazo escayolado...", José Luis Chacón, empleado del Atlético
-entró como botones-, desde que tiene uso de razón, lo dice emocionado. Escudero le mira, le
regala una media sonrisa como quitándose importancia, y sigue su camino hacia el cuarto en el
que los veteranos se reúnen de vez en cuando a soñar lo que un día fueron, a saborear entre
todos su pasado, unas tardes de fútbol a la que la mayoría de los hinchas del Atlético no han
tenido acceso. No tuvieron edad para disfrutarlas y nadie se ha esforzado en contárselas.
Tal vez por eso, cuando camina al paso lento que ahora le autoriza su edad, lejos ya aquellas
carreras esforzadas en la banda izquierda del Metropolitano, Escudero pasa inadvertido entre
la gente. Fue seda y fue cristal, pero lo ignoran. No saben que en la espalda de
ese viejo reposa un trozo de la historia del Atlético.





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Mensaje por ATLETISOY Mar 8 Mar - 12:46

El Chava era un espectáculo

Adrián Escudero "EL CHAVA" 1927-2011 D.E.P. Imagen11copiarh

He pasado toda mi vida junto a Escudero en el Atlético de Madrid. Mi relación con el ídolo
de Cuatro Caminos siempre ha sido entrañable. Pero no sólo yo, sino todos los que jugamos
con él. Escudero actuaba de extremo izquierdo pero el Atlético recuperó a Collar, que estaba
cedido en el Murcia. Pérez Payá se fue al irrealmandril y entonces Escudero pasó a ser el
nueve del Atlético. Incluso en la Selección española llegó a jugar de nueve.
En una selección donde había grandes futbolistas.

Yo llegué al primer equipo con 18 años y él era una de las figuras. Pero siempre fue una
persona muy normal. Bajaba andando desde Cuatro Caminos al estadio para entrenar. La gente
le paraba, hablaba con él... Era un espectáculo. Para todos los jóvenes Escudero siempre
fue un ejemplo. Es lo mejor que podemos decir de él: un ejemplo para todos. Fuimos compañeros
en el campo y luego también le tuve de entrenador. Todos podemos presumir de la relación que
teníamos con el Chava, como le llamábamos nosotros. Además, siempre estuvo muy
unido a los veteranos. Se nos va uno de los grandes.

Miguel San Román | 08/03/2011
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