CHAMPIONS LEAGUE | ATLÉTICO-APOEL.- Fuego en el Vicente Calderón

CHAMPIONS LEAGUE | ATLÉTICO-APOEL

Fuego en el Vicente Calderón

La dimisión, hecha pública este lunes pero realidad desde el pasado martes, de
Fernando García Abásolo, el vicepresidente económico del Atlético, no va a cambiar
nada. El papel del tercer máximo accionista del club (dueño de un 5%) era ornamental
en las grandes decisiones. "Pues que se vaya", respondía uno de los que ha sido sus
compañeros en el comité ejecutivo. "No es una buena noticia, aunque respeto su decisión",
decía otro. García Abásolo no quiere hablar hasta mañana, cuando haya pasado el partido
de esta noche ante el Apoel chipriota, punto de partida del Atlético en esta Liga Campeones,
inmerso como está el club en la peor crisis institucional que se recuerda
desde que se marcharon los administradores judiciales.



García Abásolo abandonó en su día la oposición para entrar en el consejo, y ahora mantiene
su lugar ahí. Según él mismo, se trata de cambiar "la coalición de gobierno" por "una oposición
responsable". Esgrime argumentos que van desde la penosa planificación deportiva hasta la
duplicidad de voces en el discurso de la institución, pasando por el incumplimiento de los
objetivos que se autoimpuso la comisión de la que él formaba parte. Y tiene razón en todo.

Es el último episodio -de momento- de una fractura con difícil reparación. Desde que al
consejero delegado, Miguel Ángel Gil, se le ocurriera publicar en un periódico deportivo
una carta donde venía a llamar «frustrados» a los aficionados, el Atlético acumula 10 días
de caos. Gil ha confesado a sus colaboradores que sí, que cometió un error, pero que fue
producto de un impulso. En los días previos, de hecho, el dueño del Atlético ya meditaba
cómo salir a la luz pública para defenderse de lo que él consideraba «ataques injustificados»,
entonces enfocados en una sola dirección: la ausencia de fichajes. Finalmente eligió la vía
epistolar y el problema es que todos sus movimientos posteriores no han hecho sino empeorar
el escenario. De hecho, su petición a los miembros del Frente Atlético para que no insultaran a
Cerezo durante el partido contra el Racing fue otra maniobra equivocada, aunque justificada.

¿El motivo? Enrique Cerezo, el presidente, lo ha pasado mal. Durante un par de días de la
semana pasada, ni siquiera le cogía el teléfono a sus colaboradores más cercanos en el club.
Meditó dejarlo todo y marcharse, aunque ahora parece que da marcha atrás, fundamentalmente
porque tampoco está dispuesto a perder el dinero que, dice, ha invertido. Miguel Ángel Gil fue
uno de los que más ha animado a Cerezo estos días, consciente de
que sin su presencia la vida sería mucho más difícil.



El consejero delegado, por si fuera poco, se enfrenta estos días a otro problema más:
García Pitarch se siente traicionado -otro periódico deportivo publicó que Gil estaba dispuesto a
destituirlo para calmar la tormenta-, y por eso no será él quien dimita. Esperará a que lo despidan,
si es que finalmente quien manda se decide a dar el paso, pero entretanto prefiere estar en un
segundo plano, muy lejos, hasta ver cómo termina la película. «Estamos jodidos, ésa es la verdad.
Yo este clima no lo había visto nunca aquí», resumían ayer desde las oficinas del Calderón.

A todo esto, el entrenador, Abel, también está enfadado, para no desentonar del clima general.
Y lo está porque no le trajeron lo que pidió, porque se siente ninguneado y porque ahora mismo
sólo tiene 17 futbolistas disponibles para el partido de hoy. Jugará Perea (no queda otra) en el
lateral derecho y vuelve también Maxi para enfrentarse a un equipo, el Apoel,
ante el que no vale otra cosa que sumar los seis puntos de la liguilla.

"No pienso en tropiezos, sólo pienso en ganar. Cuando preparo un partido, lo hago para ganar.
Veo al equipo concienciado para ello. No podemos estar mirando para atrás continuamente.
Tratamos de dar solución a los problemas que tengamos, pero lo principal ahora mismo es
recuperar la autoestima", aseguró Abel en su comparecencia ante los medios, en la que también
quiso disipar cualquier duda sobre el estado anímico de sus jugadores.

E.J. CASTELAO