Derrotado por sí mismo

Derrotado por sí mismo

15 DE SEPTIEMBRE.- Derrotado antes de empezar. De esa forma ha empezado el Atlético
la temporada, atrapado el equipo por un perverso círculo vicioso: el club genera un debate
incapaz de controlar, emite mensajes distintos, sin unidad, y eso genera una tensión en el
entorno que la afición en el estadio, el único lugar donde puede pronunciarse en una sociedad
anónima, sobre unos futbolistas que en estos momentos son
incapaces de llevar a cabo las cosas que saben hacer.



El empate frente al débil Apoel chipriota, con la siginificación de una derrota en toda regla,
demuestra que los males son mucho más graves que los propios de una plantilla corta,
porque en estos momentos hablamos de una plantilla incapaz, a la que es urgente rehabilitar.

El Atlético es una simbiosis del viejo y nuevo modelo, con un presidente a la antigua, Enrique Cerezo,
y un consejero delegado, Miguel Ángel Gil, que para marcar territorio han creado sus entornos dentro
y fuera del propio club. En muchas ocasiones, sus mensajes distorsionan menos de lo que amplifican
quienes tienen alrededor. Es un mal muy propio del fútbol, debido a su tremenda caja de resonancia,
pero del que el Atlético se ha convertido, lamentablemente, en todo un campeón.
Eso con independencia de que las decisiones deportivas sean buenas o malas. El control del mensaje,
del partido que se juega a partir del lunes, es clave en un mundo que genera tanta opinión.
No sólo los dirigentes tienen su círculo, también los técnicos y los futbolistas.



Miguel Ángel Gil expresó en una carta muchas de las cosas que piensa, cosas que se tienen que
poder plantear en cualquier sociedad, pero quizá de otra forma, sobre todo frente a una afición tan
sensible, a la que apuntaba en una parte la misiva. Generó, además, una pequeña disputa mediática,
que ha atizado el cuestionamiento del director deportivo, García Pitarch, la inseguridad de Abel, en falso
sin los refuerzos solicitados, y la bronca de la grada sobre Enrique Cerezo, una pieza fundamental para
muchos de los intereses de la institución, como bien sabe Gil. Dimite un vicepresidente casi anónimo
y todos se miran unos a otros en busca de culpables, en la peor versión de un sálvese quien pueda.
Bajo ese fuego cruzado juegan sus futbolistas. Los que tienen que poner la base,
como Cléber Santana, se clavan. Los más importantes, como Agüero o Forlán, se hartan.

O.Suarez