Sra. Rushmore estrena La Peineta

Sra. Rushmore estrena La Peineta



No, nadie tirará piedras a las máquinas de demolición. No habra tumultos ni
aullarán sirenas. Ningún indignado parará el desahucio colocando las flores
del córner de Pantic en los ojales de los antidisturbios. Comenzó la cuenta
atrás de la voladura controlada de nuestros recuerdos. En unos años, el
Vicente Calderón, simplemente, no estará. Inexorable, ya boquea su agonía,
aferrándose a las cuatro quizá cinco temporadas de aluminosis que le quedan.
En 2015 aguarda la Peineta con vistas al aeropuerto. Hoy escenifican el traslado
(19 horas) en la Galería de Cristal de ese ayuntamiento de Cibeles que también
se alquila para bodas. Habrá brindis, palabras grandes, corbatas,
powerpoints, aplausos… Y un spot como un catedral.

Para explicar mudanza tan traumática nadie como la agencia de publicidad que
anida estrategias en Gran Vía 33. Desde 2001 han recurrido al humor, a la mística,
al surrealismo, a lo sobrenatural en rojo y blanco por el gratuito amor a unos colores.
Ocurrentes y multipremiados, podrían colocar un millón de Biblias en La Meca o
jugar al Monopoly con Fidel Castro. Es la patrulla colchonera de Sra. Rushmore,
con Miguel Vizcaíno en la sala de máquinas. Con su aire de genio desaliñado, este
Don Draper envuelto en forro polar se saca eslóganes de entre la barba y gesta
campañas desde su clarividente barriga. Y es más del Atleti que la parra que en los
80 había debajo de los videomarcadores. Hasta su hija hizo un spot en el que el
mar le devolvía la pelota, premio a la fe del desconsuelo atlético. Poesía.

Por encargo de Emilio Gutiérrez, director de márketing del club y hombre currante,
Rushmore alfombra visualmente el traslado, del Calderón hasta la Peineta, de
Arganzuela a Las Rosas; de la M-30 a la 40, del Doblete al Zarzal, bares que
vertebran la trama del spot. Esta noche ponen de largo la diáspora que vendrá. Lenta
asimilación la de despedir a un familiar querido, así que mejor ir masticando
el adiós con pompa, mercadotecnia, circunstancia e ilusión.

Una duda a nivel institucional. Todos desean que la migración no encubra una
operación especulativa, sino que sirva para dar un olímpico salto a la elite y revierta en
la consolidación definitiva. En la película Luna de Avellaneda (la firmaba el inmenso
Campanella), los partidarios de seguir con la sede del club de sus amores reniegan
del rédito futuro inmobiliario y se aferran a la pureza de sus raíces.
Otros abogan por la modernidad, el pragmatismo y aceptan la
transformación en un casino. Ambos bandos tenían razón.

No hay marcha atrás ni oposición que detenga el éxodo. El Atleti se muda. Mudarán
las barras de bar, la boca del metro. Mudarán los sitios donde quedar a y media: El
sentimiento no se traslada, y Rushmore sabe expresar con ingenio y verdad el trance
de hacer las maletas. Hagámonos a la idea. En unos años, se ausentará el Calderón
de nuestros fines de semana. En unos años, la zona cero, el boquete en el alma. En
unos años, quizá una mujer se acerque a un parterre esquinero de
Virgen del Puerto para colocar, cada 15 días, flores por Milinko.

Blogiblanco - J. Caballero
05 DIC 2011 elmundo.es