Ni Gregorio ni Manzano

Ni Gregorio ni Manzano

El Betis supera con dos jugadas aisladas al Atlético
(0-2), que deja a un paso del despido a
un técnico incapaz de dar con la tecla



A Manzano ya no le quedan ideas y su intervencionismo no se entiende de ninguna
de las maneras en el Calderón. Pareció una rabieta, quizá impulsado por los
improperios que recibe, pero poco comprensible en lo futbolístico, lo que hizo el
técnico al cambiar a Turan y Diego en los últimos compases. Perdía el Atlético
entonces e, incapaz de voltear un resultado adverso en un duelo abierto porque
el rival se quedó con uno menos, perdió el partido. Y Manzano,
con toda probabilidad, su silla en el Manzanares.

No ha dado con la tecla el entrenador del Atlético, por más vueltas que le ha dado
al sistema y a la alineación. Sobre todo, porque ha pasado de pretender un equipo
para las estrellas a ensamblar las estrellas dentro del equipo. Ni Gregorio ni
Manzano. El proceso, demasiado sinuoso y titubeante, algo tortuoso, hasta el
punto de que se le presupone en el paro como muy tarde tras el próximo encuentro.
Así, después de un baile de variables de esquemas en los cuales lo único seguro
era la línea de cuatro en la zaga, el técnico se quedó con la fórmula del clásico 4-4-2,
todos en fila y con buenas dosis de libertad. A Turan, que parte de falso interior
izquierdo porque se mueve siempre hacia dentro, en lo que es esa tradición moderna
de recolocar en ese flanco a los grandes jugadores como Zidane, Rivaldo o
Ronaldinho...; y a Diego, que actúa de eje ofensivo, toda vez que siempre tiene un
compañero que le guarda la espalda, caso de Assunção o Gabi. Atornilladas estas
dos piezas, quedaba darle carrete a Falcao, desubicado antiguamente en el frente
de ataque, solo y sin balones a los que ponerle el lazo. Ahora, sin embargo, con un
Atlético de bandas -poco profundas (y ahí entraría Reyes, el damnificado)- y un
compañero que le despoje de rivales con sus arrastres, Falcao es El Tigre,
el delantero que caza cualquier pelota que merodea en el área.

Ante el Betis, en un santiamén, centró Gabi y colgó un balón Diego. Uno y dos,
remates de la nada que susurraron a los postes. Pero le falló la
puntería y evidenció que este Atlético no tiene remedio.

También cambió el Betis en el partido del Calderón su DNI, más exigido por la
directiva que premeditado por el técnico. Prefirió conservar el puesto Mel antes
que su ideario, y de momento no le va mal del todo. Este Betis no tiene nada que
ver con ese equipo de Segunda que se plantó el año pasado en el Camp Nou,
de presión adelantada y sin complejos, de fútbol alegre y toque. Ahora el Betis
es rácano en la propuesta, se queda en casa y se remite al contragolpe. El
ejemplo es Iriney, un futbolista con pie y fútbol, que se ha convertido en un jugador
de brega que da más patadas que pases. Pero ante el Atlético, equipo que se
rompe en dos con una facilidad pasmosa, cualquier forma de ataque vale. Así, en
un contragolpe dirigido por Beñat -la clase de este no se destiñe con nada-,
Pozuelo apareció en la zona caliente y resolvió ante la salida de Courtois. Un
aguijón terrible que desató a la afición, callada hasta entonces, ácida después.

Se quedó sin ideas ni réplica el Atlético y, en lo que pareció más una rabieta que
otra cosa, Manzano decidió quitar la magia sobre el césped; sacó a Turan y Diego,
por Reyes y Koke. Una decisión impopular, como si echara un pulso a molinos de
viento, que le pasó factura en el campo, porque el Betis, acto seguido, se quedó
con uno menos porque Pozuelo no supo esconder la mano y vio la segunda cartulina
amarilla. Sin pase definitivo, solo Adrián, que está siempre por más que no se le
espere, puso un remate a contrapié de Casto, decisivo con una manopla
espectacular. Y solo Adrián, conectó un disparo que no vio puerta por poco.

No le alcanzó al Atlético con el pie cuadrado de Assunção, ni con el poco quiebro
de Gabi por la derecha, ni con el desabrido Reyes, más en Sevilla que en Madrid,
ni con Falcao, de nuevo sin balones que puntear. Por lo que el Betis, de nuevo
ese equipo de Segunda y del Camp Nou, quizá porque Mel vio que lo mejor es
hacer lo que crees hasta el final -puso a un delantero por un
medio, valiente como siempre-, puso el segundo gol (Roque
Santa Cruz) en otro contragolpe y la soga a Manzano.

J. QUIXANO - Madrid
18/12/2011 elpais.com