Cholismo y memoria histórica

Cholismo y memoria histórica



A la vista de los resultados y de cierta calma institucional, habrá lector que tache
estas líneas de inoportunas, tremebundas y catastrofistas. Y quizá tenga razón.
Tras unos meses calamitosos, la irrupción de Simeone ha traído esperanza,
esfuerzo innegociable y ciertos horizontes deportivos. Fe y dogma. Hay entrega
y hoja de ruta. Que dure. Narcotizada de alegría (justificada), la grada se relame
al escalar puestos consultando el lunes el teletexto y con la ira hambrienta que
ha traído el dandi del "corazón chico". Virginal, invicto, concienciado, trabajador,
contagioso... Pero a sabiendas de que la ciclotimia que siempre espera su
baza a orillas del río, en algún momento este entusiástico reprise
puede ceder. Si decae el esfuerzo, la amnesia se desvanecerá
y volverá la desaprobación, los gritos, el divorcio.

Será entonces, cuando la grada recordará y mirará bajos las alfombras de la
puerta 0. Pedirá reabrir la infame fosa de la memoria histórica: a saber, el
tocomocho de las acciones del 91, la venta de jugadores a precio de saldo,
las comisiones infladas de algunos intermediarios, la pérdida irreparable de
grandeza, la erosión como producto y marca Atlético de Madrid, la guardia
civil en el Calderón y el posterior descenso, la bicefalia, las incógnitas y
misterios sobre los presuntos réditos de la Peineta, 25 años de despropósitos...
En vista de la reciente deriva (adjunta a la agonía de Manzano) y a los pecados
mortales del pasado, la temerosa dirección deportiva entregó todo el poder de
la institución a don Simeone, quien al igual que Mourinho, tiene hipnotizada a la
hinchada y a la mayoría de la prensa. Sin pretenderlo, la racha de sudor
inoculado por el símbolo del Doblete ha borrado, ha dado carpetazo, ha
brindado el punto final, la amnistía generalizada al gilismo. Hasta Rubí Blanc
podría pasearse por Pirámides. Transición invisible se daría en
llamar, o desmemoria en aras del actual interés deportivo.

Aforado, con la inmunidad diplomática que da el esfuerzo, pase lo que pase
cuando pinten bastos el cholismo seguirá intocable. Y eso que hay muchos
atléticos que preferirían su fracaso para poder juzgar y condenar al gilmarinismo.
Ahí estriba la paradójica circunstancia del argentino. Un futuro halagüeño contra
el pasado turbio de los que le trajeron. Ellos saben que si el Atleti se fuera por
el sumidero, quedaría el Cholo abrazado a la masa rojiblanca y
la turba volvería a encender las antorchas en busca de
culpables de sangre azul a los que subir al cadalso.

De momento, mejor montar el altar que el patíbulo. Sólo falta que Simeone, al
estilo gallardoniano y contraviniendo a su partido, case a Gil Marín y
a Cerezo en la sala VIP del Calderón. Unos lo llamarían "matrimonio".
Otros, "extraña pareja anticonstitucional".

Blogiblanco - J. Caballero
10 FEB 2012 elmundo.es
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