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La Décima era del Atlético

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Mensaje por ARAG8NES Lun 20 Mayo - 7:32

La Décima era del Atlético

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Miranda rompe con un gol en la prórroga una
racha de 14 años de derrotas ante el
irrealmandril ? Mourinho, Cristiano y
Gabi, expulsados de una final
que acabó en combustión

Una final chata en lo artístico entronizó al Atlético en el santuario de su eterno rival,
donde cerró 14 años de desaires en los derbis. No pudo elegir mejor día para no
perpetuar la afrenta. Con la Copa en su poder, de paso dejó al Madrid con un ataque
de nervios, expulsados Mourinho y Cristiano, fuera de sí. Un reflejo de estos tres
cursos tan volcánicos y de escaso botín. En lo futbolístico, el Atlético estuvo por
debajo hasta la prórroga. Los picos del partido fueron del Madrid, que se dio de
bruces con los postes hasta en tres ocasiones. Los rojiblancos aguantaron como
pudieron, llevaron el duelo a la prórroga y por cuarta vez conquistaron el trofeo
en Chamartín. Una Copa que ya es la Décima, la que buscaba el Madrid en
Europa, que cerró la temporada sin éxitos y con mucho ruido, demasiado.

De entrada, cada cual hizo sus concesiones en un partido sin grandes episodios.
Partió con flojera el Atlético, contenido en el claustro, incapaz de dar dos toques y,
por tanto, desenchufado de Diego Costa y Falcao. El encuentro era de Özil, de
Modric, de Alonso, de un Madrid autoritario y gobernante. Para los rojiblancos era
el método de evitar una contra del adversario, que domina esa partitura como nadie.
Un formato colchonero que evidenció su sensación de inferioridad. Realista el
Atlético, al Madrid no le hizo falta un contragolpe. Un córner ejecutado por Özil y
Cristiano por encima de todos. El portugués, en vuelo, cabeceó a la red. Pese a
dar síntomas toda la noche de no estar en plenitud física, resulta imparable cuando
pilla pista y no son pocos los goles relevantes que ha marcado sin techo.

Ya es rutina de este Madrid negociar cada gol a favor. Las ventajas le maquillan, se
refugia más cerca de su portero y apuesta con cazar al rival con espacios al frente. No
le importa despertar al contrario, que se ve con la pelota y se estira por inercia. Lejos
de dar otra banderilla al vecino, los madridistas quisieron ahorrar el tanto a favor. La
respuesta del Atlético fue más bien plana. Sus centrocampistas no tienen fantasía,
están más dispuestos al combate y el balón no circula a sus pies. Al igual que el
Madrid, el Atlético se niega las bandas, exclusiva de sus laterales. Su camino es
largo, colgarse del tendal de Diego Costa, la diana de todos para que el brasileño,
con su corpachón, acueste la pelota. Si al menos conquista una falta sus compañeros
tiran serpentinas. De ninguna sacó provecho Koke, el especialista en los
lanzamientos, hasta llegada la prórroga, cuando Miranda puso a Neptuno en pie.

Si el Madrid había cazado el gol sin una contra por el medio, el grupo de Simeone
también lo hizo de forma aún más inopinada: por el suelo y con maniobra exquisita de
Falcao. El colombiano, que se ha ganado su reputación en las áreas, se fue del
perímetro para escoltar el balón en medio campo, donde el Atlético solo tuvo barbecho
toda la jornada. Con Albiol a su espalda, el Tigre se revolvió son sutileza, sacó de rueda
a sus marcadores y trenzó una asistencia estupenda para Diego Costa, que batió al
Madrid con un disparo cruzado. Un empate como consecuencia de una propuesta
ajena al repertorio colchonero: Falcao apareció como el centrocampista que
no es y no tiene su equipo y, por una vez, alguien citó a Costa por vía terrestre.

La igualada retocó de nuevo los papeles. Volvió el primer Atlético, el más contemplativo,
y el Madrid inicial, con el mando. Con mucho más cesto, con más medios, cuesta
entender que los blancos tengan esa tendencia a racanear cuando se adelantan. Les
bastó otro paso al frente y que Essien perdiera protagonismo con el balón para acongojar
de nuevo a su oponente. De su dominio antes del descanso casi saca partido Özil, que
se fue a la ducha con un remate al poste izquierdo de Courtois. Antes, el Madrid
había dado carrete al Atlético, el único que tuvo hasta la traca del periodo final.

El mejor Madrid irrumpió tras el descanso, cuando ya no cambió de marcha. Se sintió
acuciado por la necesidad y donde antes hubo pisadas de gente como Essien o Khedira,
comenzaron a dejar huella Özil -demasiado alejado en la orilla derecha-, Modric, Benzema,
Cristiano. Ahí es donde el equipo marca las diferencias. El conjunto de Mourinho cogió el
partido por el pecho y solo el infortunio mantuvo a los rojiblancos en el duelo, incapaces
con el balón y a merced sin él. Otras dos veces se estrelló el Madrid en los palos. Primero
en una doble ocasión. Tras una jugada de Cristiano por la izquierda, Benzema remató al
muro de la portería, el rechace le cayó a Özil que amagó a Courtois, al que sacó de
escena, y su zurdazo lo frenó Juanfran con la rodilla bajo el larguero. El Madrid no tenía
respuesta, conducía el encuentro en la periferia del gol. Máxime cuando Godín hizo
descarrilar a Benzema en el balcón del área. Una falta y Cristiano por
el medio. Un nudo en la afición del Manzanares. El portugués
se estrelló con el mismo poste que antes Benzema.

No había noticias rojiblancas, el partido no tenía ida y vuelta, así que la final entró en una
fase emotiva: el empeño del Madrid frente a la resistencia del Atlético. El reto entró en
combustión. Los blancos, contrariados por los malos guiños de la ruleta, frustrados; los
atléticos, con el colmillo apretado, de enredo en enredo para sobrevivir. Lo consiguió,
logró meter el choque en un laberinto, prendió la mecha y brindó por la prórroga con tres
saques de esquina finales, con Mourinho ya expulsado y Cristiano desquiciado, al borde
de la expulsión hasta que se la ganó a un suspiro del final. Ambos, sin tregua, llegaron
exhaustos al tiempo añadido. Y con una curiosa imagen: Iker Casillas como repartidor
de chubasqueros y como director de coro en el corrillo de sus compañeros, tiesos la
mayoría. De golpe, Di María, Higuaín y Arbeloa parecía que iban a refrescar al Madrid.
El Cholo, de forma sorprendente, mantuvo el molde intacto. Lo que parecía una temeridad
fue un acierto en toda regla. El Atlético más castigado fue, por una vez en la final, mejor
que el Madrid más fresco. Si a los de Simeone les había dado vidilla su carácter, ahora
era cuestión del depósito. Diego Costa estuvo a un dedo del 1-2, pero lo evitó con una
doble parada Diego López. Como luego lo haría Courtois ante Higuaín y Özil. El partido
tuvo un cambio de guardia hasta que Miranda llevó al Atlético a la gloria. A la cumbre en
una noche inolvidable para los suyos: fiesta mayor en casa de un vecino con más galones.
Un Madrid sin premio de consolación que cierra así un trienio infructuosamente tormentoso.
Así acabó anoche, neurótico. Toca otro proyecto. El enésimo. En la otra orilla,
por unas horas, días, verán el infinito. El Atlético, desde un escalón inferior,
con sosiego y Simeone de ancla, sí cree en sí mismo. Se lo ha ganado.

J. SÁMANO - Madrid
18 MAY 2013 - elpais.com
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