Desengaño antes del derbi
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Desengaño antes del derbi
Desengaño antes del derbi
* A una semana de la visita al Bernabéu,
el Atlético enseña sus dos caras
* Tras una buen arranque, Lillo terminó
por ganarle el duelo a Sánchez Flores
* Sin Godín y con Forlán de titular,
al Atlético le faltó consistencia
Primero fue el árbitro, que sacó del área una falta a Reyes. Después, un gran portero
llamado Diego Alves. Más tarde, Pablo Piatti, futbolista argentino capaz de pensar y
fulminar a la velocidad de la luz. Traspasado el ecuador, fue la ausencia de Reyes, medio
lesionado o medio guardado para el derbi del domingo próximo en la Casa Blanca. Con
el tiempo, el culpable de que el Atlético se quedara a medio camino entre la frustración y
la impotencia fue Juanma Lillo, que le ganó la partida a su oponente de banquillo,
Quique Flores. En un partido vivo, entretenido y con detalles interesantes,
el Almería empató (1-1) en el Vicente Calderón.
Pero en el empate del débil en casa del fuerte -no tanto como para pisarle los talones a
los del talonario blanco y azulgrana- sobrevoló como una nube atómica la inminencia del
partido del Santiago Bernabéu. El Atlético pensó a ratos mucho en su próxima
estación y se olvidó de cerrar la novena jornada, imprescindible
para no acarrear frustración al estadio del olpulento vecino.
El arbitraje empezó malo y encendió el rescoldo del Calderón, indignado todavía con los
sucesos de Villarreal. Pero como el Atlético salió con un empaque casi perfecto y una
inclinación atacante fuera de toda duda, el ambiente cargado se decantó por la
euforia y el ánimo explosivo al equipo de casa, autor de permanentes
llegadas al área, remates y saques de esquina.
El incendio lo provocaban los jugadores rojiblancos, con José Antonio Reyes como jefe
absoluto en la sala de máquinas. En cualquier posición, preferentemente por la derecha,
el sevillano puso a su equipo al borde del gol, que consiguió el Kun Agüero tras una
llegada por la derecha de Ujfalusi y un remate de testa del mismísimo Reyes. Alves,
que ya por entonces, a la media hora, era héroe, no pudo más que rechazar la pelota
cuando casi estaba dentro y dejarla a los pies de un delantero con instinto y reflejos.
El Almería era por entonces Alves, pero dejó entrever sus potestades al contraataque con
tres llegadas de Uche, una con balón al palo y otra que, justo antes de que Piatti ejecutara
a De Gea, salvó el porterito de la cresta con una parada exclusiva, de coleccionista. Sin
solución de continuidad, la pelota voló cerca de la izquierda de Piatti, que congenió con
ella y la convirtió en bola de fuego que quemó las redes el niño De Gea un minuto antes
del descanso. Es el cuarto gol del argentino al Atlético, su víctima predilecta.
El Atlético había hecho muy buen fútbol arriba, pero su presión en el centro del campo era
prácticamente nula y sus jugadores defensivos enseñaban una moderación extraña ante los
atacantes del Almería. Ninguno quería perderse el derbi contra el irrealmandril, aunque el
Atlético se vio obligado después de todo a dar patadas y, perdonada la tarjeta amarilla a
Assunçao, Perea se ganó la suya por una entrada a Crusat que en realidad era de roja
directa. El colombiano queda, en cualquier caso, fuera del próximo
partido contra el poderoso vecino, líder de la Primera División.
El Atlético sacó a Reyes del partido por una contractura a la altura de un gemelo. Y aunque
en un principio su ausencia, cubierta por Fran Mérida, no causó alarma, se dejó notar en
amplias fases de la segunda parte. Un tiempo que empezó con nuevos arreones rojiblancos
y más paradas de Alves, pero que terminó con un Almería francamente amenazante al
contragolpe. Había ganado completamente la partida táctica. Lillo quiso intimidar aún más
al dar entrada a José Leandro Ulloa, últimamente sinónimo de gol y si no que se lo pregunten
a los seguidores de la Real Sociedad que lo vieron en Anoeta el jueves pasado.
La contestación de Quique fue preservar a Tiago, amonestado, y dar entrada a Raúl García.
Unos diez minutos antes de la aparición del navarro salió del campo Diego Forlán, recuperado
para la titularidad. Empezó muy bien, con un continuo ofrecimiento a sus compañeros a los
que correspondió con pases y disparos a puerta. Pero, como todo su equipo, se fue enfriando.
Y fue más allá que ninguno, porque se quedó helado. Quizá falto de ritmo,
seguro que falto de inspiración para el gol, dejó su lugar a Diego Costa,
que nada arregló pese a su empeño indiscutible.
La jornada quedaba casi cerrada con otro supuesto 'candidato' varado en el camino. Madrid y
Barcelona vuelan y se alejan. Valencia, Sevilla, Villarreal y Atlético se arrastran de cualquier
manera con la vista en los puestos de consolación. Los vaticinios de una Liga
más igualada no eran más que buenos deseos, sin base científica ninguna.
F. Llamas | Madrid 01/11/2010
elmundo.es
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* A una semana de la visita al Bernabéu,
el Atlético enseña sus dos caras
* Tras una buen arranque, Lillo terminó
por ganarle el duelo a Sánchez Flores
* Sin Godín y con Forlán de titular,
al Atlético le faltó consistencia
Primero fue el árbitro, que sacó del área una falta a Reyes. Después, un gran portero
llamado Diego Alves. Más tarde, Pablo Piatti, futbolista argentino capaz de pensar y
fulminar a la velocidad de la luz. Traspasado el ecuador, fue la ausencia de Reyes, medio
lesionado o medio guardado para el derbi del domingo próximo en la Casa Blanca. Con
el tiempo, el culpable de que el Atlético se quedara a medio camino entre la frustración y
la impotencia fue Juanma Lillo, que le ganó la partida a su oponente de banquillo,
Quique Flores. En un partido vivo, entretenido y con detalles interesantes,
el Almería empató (1-1) en el Vicente Calderón.
Pero en el empate del débil en casa del fuerte -no tanto como para pisarle los talones a
los del talonario blanco y azulgrana- sobrevoló como una nube atómica la inminencia del
partido del Santiago Bernabéu. El Atlético pensó a ratos mucho en su próxima
estación y se olvidó de cerrar la novena jornada, imprescindible
para no acarrear frustración al estadio del olpulento vecino.
El arbitraje empezó malo y encendió el rescoldo del Calderón, indignado todavía con los
sucesos de Villarreal. Pero como el Atlético salió con un empaque casi perfecto y una
inclinación atacante fuera de toda duda, el ambiente cargado se decantó por la
euforia y el ánimo explosivo al equipo de casa, autor de permanentes
llegadas al área, remates y saques de esquina.
El incendio lo provocaban los jugadores rojiblancos, con José Antonio Reyes como jefe
absoluto en la sala de máquinas. En cualquier posición, preferentemente por la derecha,
el sevillano puso a su equipo al borde del gol, que consiguió el Kun Agüero tras una
llegada por la derecha de Ujfalusi y un remate de testa del mismísimo Reyes. Alves,
que ya por entonces, a la media hora, era héroe, no pudo más que rechazar la pelota
cuando casi estaba dentro y dejarla a los pies de un delantero con instinto y reflejos.
El Almería era por entonces Alves, pero dejó entrever sus potestades al contraataque con
tres llegadas de Uche, una con balón al palo y otra que, justo antes de que Piatti ejecutara
a De Gea, salvó el porterito de la cresta con una parada exclusiva, de coleccionista. Sin
solución de continuidad, la pelota voló cerca de la izquierda de Piatti, que congenió con
ella y la convirtió en bola de fuego que quemó las redes el niño De Gea un minuto antes
del descanso. Es el cuarto gol del argentino al Atlético, su víctima predilecta.
El Atlético había hecho muy buen fútbol arriba, pero su presión en el centro del campo era
prácticamente nula y sus jugadores defensivos enseñaban una moderación extraña ante los
atacantes del Almería. Ninguno quería perderse el derbi contra el irrealmandril, aunque el
Atlético se vio obligado después de todo a dar patadas y, perdonada la tarjeta amarilla a
Assunçao, Perea se ganó la suya por una entrada a Crusat que en realidad era de roja
directa. El colombiano queda, en cualquier caso, fuera del próximo
partido contra el poderoso vecino, líder de la Primera División.
El Atlético sacó a Reyes del partido por una contractura a la altura de un gemelo. Y aunque
en un principio su ausencia, cubierta por Fran Mérida, no causó alarma, se dejó notar en
amplias fases de la segunda parte. Un tiempo que empezó con nuevos arreones rojiblancos
y más paradas de Alves, pero que terminó con un Almería francamente amenazante al
contragolpe. Había ganado completamente la partida táctica. Lillo quiso intimidar aún más
al dar entrada a José Leandro Ulloa, últimamente sinónimo de gol y si no que se lo pregunten
a los seguidores de la Real Sociedad que lo vieron en Anoeta el jueves pasado.
La contestación de Quique fue preservar a Tiago, amonestado, y dar entrada a Raúl García.
Unos diez minutos antes de la aparición del navarro salió del campo Diego Forlán, recuperado
para la titularidad. Empezó muy bien, con un continuo ofrecimiento a sus compañeros a los
que correspondió con pases y disparos a puerta. Pero, como todo su equipo, se fue enfriando.
Y fue más allá que ninguno, porque se quedó helado. Quizá falto de ritmo,
seguro que falto de inspiración para el gol, dejó su lugar a Diego Costa,
que nada arregló pese a su empeño indiscutible.
La jornada quedaba casi cerrada con otro supuesto 'candidato' varado en el camino. Madrid y
Barcelona vuelan y se alejan. Valencia, Sevilla, Villarreal y Atlético se arrastran de cualquier
manera con la vista en los puestos de consolación. Los vaticinios de una Liga
más igualada no eran más que buenos deseos, sin base científica ninguna.
F. Llamas | Madrid 01/11/2010
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