El Espanyol, feliz en el caos
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El Espanyol, feliz en el caos
El Espanyol, feliz en el caos
* Osvaldo, con una sensacional volea, hizo inútil la reacción de un
Atlético siempre a contracorriente y perjudicado por el arbitraje
* Quique Sánchez Flores y Agüero perdieron los papeles en una tángana
al borde del final, cuando la derrota rojiblanca parecía inamovible
En la noche fría, un barniz mediterráneo, un 2-3 para la meditación atlética. Y una calentura,
teñida de impotencia, del entrenador local, el expulsado Quique Sánchez Flores, quien en
el último minuto del descuento y aun terminado el choque quiso pelearse con el capitán rival,
Luis García. Todo porque su equipo había cedido su segunda derrota en el Calderón,
sumergido en un descontrol quizá buscado en la pizarra. Mauricio Pochettino fue neto
vencedor y su equipo se sujeta con firmeza al cuarto puesto de la Primera División.
El Atlético sobrevive con dificultad en el último resquicio europeo, amenazado y desquiciado.
Y eso que el Espanyol no acostumbra a ganar fuera de casa ni a marcar goles si no es
en Cornellà. Antes de la visita a la capital, sólo había conseguido una
victoria gracias a su único gol como visitante, de penalti, en Mallorca.
Los atléticos braman con razón contra decisiones arbitrales que, una vez más, al contrario de
lo sucedido la jornada anterior en San Sebastián, le perjudicaron. Una falta inventada y un
penalti decretado después de que Reyes, en la barrera, se protegiera de un balonazo con
los brazos al frente, se tradujeron en el gol de penalti con el que Luis García inauguró la
verbena. Un codo que derriba a Perea se convierte el segundo del Espanyol, aderezado
con el desacierto del portero De Gea y el oportunismo de Verdú. Además de esas acciones
básicas, el árbitro Teixeira Vitienes fracasó con su política disciplinaria, perdonó dobles
tarjetas a dos jugadores del cuadro de Pochettino y sus ayudantes
levantaron banderines sin ton ni son, de forma aleatoria.
Cuando ya el 2-3 era como la Gran Muralla, sólido e inquebrantable, el incidente de Quique
con Luis García y una patada a éste de Sergio Agüero, ensuciaron definitivamente el choque.
La provocación pudo existir, pero el entrenador nunca debe reaccionar así.
El Atlético deambuló a ratos. Su inicio no fue brillante y quedó al descubierto por la soberana
presión adelantada de su rival, que maniató a los centrocampistas rojiblancos hasta
desconcertarlos por completo. Entró con menos dificultades en zona de peligro que
los jugadores de casa y tras el gol de penalti hubo unos minutos
en que la nave del Manzanares amenazaba zozobra.
El grupo de Quique Sánchez Flores, sin embargo, tiene carácter y dos delanteros de cuidado.
En especial, Agüero, el único que siempre, pero siempre, da sensación de peligro. Vaya su
equipo en buen rumbo o navegue a la deriva. El Atlético se entregó a la causa del empate
con garra y cierta arritmia y lo alcanzó en el descuento del primer tiempo tras el lanzamiento
de un saque de esquina, dos paradones de Kameni y un tercer tiro a medio metro de Tiago.
El Atlético ya se había dado cuenta de que la zaga jovencísima del Espanyol no le iba a dejar
espacios para moverse. Que iba a ser dura de pelar. Se hizo más patente a medida que los
rojiblancos iban dominando la posesión y la presión sobre el área espanyolista.
También se vio el contraste entre los sudores del anfitrión para hacer daño -kilómetros de
recorrido hasta alcanzar la grandiosa jugada de Forlán, culminada con un desmarque y el 2-2
de Agüero-, y la facilidad con la que el visitante podía dañar: balón arriba y Osvaldo. Otro
fenomenal delantero argentino, presente en la jugada del segundo gol, aunque con falta
previa, y autor de un tercero antológico, una volea letal en la frontal del
área pequeña a la escuadra de un De Gea demasiado desprotegido.
No había merecido tanto castigo el Atlético, pero dejó que el Espanyol sacara tajada de su
angustia y su desbarajuste. De su falta de mando y de control del partido. Tantas veces gana
así el equipo del Manzanares que la inercia le hizo pensar en otros tres puntos que le
habrían servido para dormir en posición de 'Champions'. Pero no: este Espanyol va en serio.
F. Llamas | Madrid 28/11/2010
elmundo.es
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* Osvaldo, con una sensacional volea, hizo inútil la reacción de un
Atlético siempre a contracorriente y perjudicado por el arbitraje
* Quique Sánchez Flores y Agüero perdieron los papeles en una tángana
al borde del final, cuando la derrota rojiblanca parecía inamovible
En la noche fría, un barniz mediterráneo, un 2-3 para la meditación atlética. Y una calentura,
teñida de impotencia, del entrenador local, el expulsado Quique Sánchez Flores, quien en
el último minuto del descuento y aun terminado el choque quiso pelearse con el capitán rival,
Luis García. Todo porque su equipo había cedido su segunda derrota en el Calderón,
sumergido en un descontrol quizá buscado en la pizarra. Mauricio Pochettino fue neto
vencedor y su equipo se sujeta con firmeza al cuarto puesto de la Primera División.
El Atlético sobrevive con dificultad en el último resquicio europeo, amenazado y desquiciado.
Y eso que el Espanyol no acostumbra a ganar fuera de casa ni a marcar goles si no es
en Cornellà. Antes de la visita a la capital, sólo había conseguido una
victoria gracias a su único gol como visitante, de penalti, en Mallorca.
Los atléticos braman con razón contra decisiones arbitrales que, una vez más, al contrario de
lo sucedido la jornada anterior en San Sebastián, le perjudicaron. Una falta inventada y un
penalti decretado después de que Reyes, en la barrera, se protegiera de un balonazo con
los brazos al frente, se tradujeron en el gol de penalti con el que Luis García inauguró la
verbena. Un codo que derriba a Perea se convierte el segundo del Espanyol, aderezado
con el desacierto del portero De Gea y el oportunismo de Verdú. Además de esas acciones
básicas, el árbitro Teixeira Vitienes fracasó con su política disciplinaria, perdonó dobles
tarjetas a dos jugadores del cuadro de Pochettino y sus ayudantes
levantaron banderines sin ton ni son, de forma aleatoria.
Cuando ya el 2-3 era como la Gran Muralla, sólido e inquebrantable, el incidente de Quique
con Luis García y una patada a éste de Sergio Agüero, ensuciaron definitivamente el choque.
La provocación pudo existir, pero el entrenador nunca debe reaccionar así.
El Atlético deambuló a ratos. Su inicio no fue brillante y quedó al descubierto por la soberana
presión adelantada de su rival, que maniató a los centrocampistas rojiblancos hasta
desconcertarlos por completo. Entró con menos dificultades en zona de peligro que
los jugadores de casa y tras el gol de penalti hubo unos minutos
en que la nave del Manzanares amenazaba zozobra.
El grupo de Quique Sánchez Flores, sin embargo, tiene carácter y dos delanteros de cuidado.
En especial, Agüero, el único que siempre, pero siempre, da sensación de peligro. Vaya su
equipo en buen rumbo o navegue a la deriva. El Atlético se entregó a la causa del empate
con garra y cierta arritmia y lo alcanzó en el descuento del primer tiempo tras el lanzamiento
de un saque de esquina, dos paradones de Kameni y un tercer tiro a medio metro de Tiago.
El Atlético ya se había dado cuenta de que la zaga jovencísima del Espanyol no le iba a dejar
espacios para moverse. Que iba a ser dura de pelar. Se hizo más patente a medida que los
rojiblancos iban dominando la posesión y la presión sobre el área espanyolista.
También se vio el contraste entre los sudores del anfitrión para hacer daño -kilómetros de
recorrido hasta alcanzar la grandiosa jugada de Forlán, culminada con un desmarque y el 2-2
de Agüero-, y la facilidad con la que el visitante podía dañar: balón arriba y Osvaldo. Otro
fenomenal delantero argentino, presente en la jugada del segundo gol, aunque con falta
previa, y autor de un tercero antológico, una volea letal en la frontal del
área pequeña a la escuadra de un De Gea demasiado desprotegido.
No había merecido tanto castigo el Atlético, pero dejó que el Espanyol sacara tajada de su
angustia y su desbarajuste. De su falta de mando y de control del partido. Tantas veces gana
así el equipo del Manzanares que la inercia le hizo pensar en otros tres puntos que le
habrían servido para dormir en posición de 'Champions'. Pero no: este Espanyol va en serio.
F. Llamas | Madrid 28/11/2010
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