20 años no es nada

20 años no es nada



Simeone se convierte en el 26º entrenador
en estas dos voraces décadas

'Sé que tarde o temprano entrenaré
al Atlético', dijo antes de irse

El 'Cholo', la radiografía de un Bielsa pragmático

Quién mejor que el mago Carlos Gardel y su eterno tango 'Volver' para definir las
últimas dos décadas eléctricas del banquillo más frívolo y voluble del fútbol español.
El del Atlético, por supuesto. Pues no, 'veinte años no es nada' y mucho menos para
un club inflamado e inflamable desde hace demasiado tiempo. Eso sí, nunca en estas
'breves' dos décadas se vivieron unas fiestas navideñas tan traumáticas. 26
entrenadores en estos frenéticos 240 meses de cómic rojiblanco de los que sólo
Gregorio Manzano ha tenido la escasa dicha de ser fulminado en una particular
pesadilla antes de Navidad al más puro estilo Tim Burton. Su relevo, Diego Pablo
Simeone, aguarda a miles de kilómetros del Calderón, al otro lado del charco y quién
sabe si entonando parte de ese tango de Gardel: "Yo adivino el parpadeo
de las luces que a lo lejos van marcando mi retorno...".
La vuelta con la que tantas veces soñó el 'Cholo'.

Entre Luis Aragonés -campeón de Copa con el Atlético en la 91/92- y Diego Pablo
Simeone han transcurrido 20 años de pocos sueños y demasiados desvelos. Y
casualmente ambos, iconos superlativos de una afición necesitada de buenas nuevas,
han sido candidatos al banquillo hasta el último instante. Al primero no le pesaron los
73 de su DNI pero sí su mala relación con los que mandan en el Atlético. Al segundo,
siete años después de su adiós como jugador y con sólo 41 inviernos, le ha pesado
de sobra ser el centro de uno de los cánticos de moda de la afición, incluso por
encima del 'hit' de Luis Aragonés, y haber reconocido siempre su condición
de atlético. El primero ha tocado el cielo en sus más de 30 años en los
banquillos. El 'Cholo' es aún una incógnita en tiempos de naufragio.

Dos décadas con estilos futbolísticos de gran diversidad. El bienio italiano de
Sacchi y Ranieri, principio del fin hacia el infierno de Segunda. Las arriesgadas
apuestas por el exotismo de Jair Pereira (1993) o Pacho Maturana (1994),
apuestas de corta duración que los Cacho Heredia, Santos Ovejero, D'Alessandro
y compañía tuvieron que enderezar. El exitoso trienio de Radomir Antic, fútbol de
toque y afinada estrategia coronada por el mágico doblete del 96. La llamada a
filas a Luis Aragonés para rescatar al equipo de la tormenta de Segunda (2001),
consolidándolo en Primera. Los golpes de testiculina de Javier Aguirre, el primero
en conocer los encantos de la nueva Champions. O el doblete europeo
(2010), aún fresco en el recuerdo, de Quique Sánchez Flores.

Nombres y más nombres. Golpe tras golpe de timón. Diferentes estilos sobre el
tapete y en demasiadas ocasiones poco arraigo con los colores y con la historia.
Quizás con esa mentalidad, con esa necesidad, con esa obligación Simeone
'agarrará' un vuelo desde Buenos Aires el día de Navidad para reflotar un barco
al que nunca quiso perder de vista. "Sé que tarde o temprano entrenaré al Atlético",
lanzó antes de cruzar el Atlántico de vuelta a su Argentina. El próximo martes será
presentado oficialmente para empujar al equipo por el que tantas veces sobrepasó
el límite, para bien y para mal -aquel pisotón a Guerrero en San Mamés
(1996)-. Habrá que ver si esa garra es suficiente para devolver
la paz en la ardiente y gélida rivera del Manzanares.

"Es el entrenador ideal por su capacidad técnica y conocimiento del club". El
veredicto viene de la boca de José Luis Pérez Caminero, que ayer compareció ante
la opinión pública a través de un vídeo colgado en la web del Atlético, un formato
enlatado para explicar por qué Diego Pablo Simeone sustituirá a Gregorio
Manzano, la penúltima elección personal del director deportivo.

A 10 puntos de la Champions y a cuatro del descenso, el futuro no puede abordarse
con tibieza. Por eso, Miguel Ángel Gil y Enrique Cerezo se decantaron desde hace
días por Simeone, emblema rojiblanco, un timón para una nave sin rumbo. El acuerdo
se extiende hasta junio de 2013, aunque nadie piensa más allá de la visita a La
Rosaleda, el 7 de enero. Y como no hay ni un segundo que perder, el Cholo
ya ha interrumpido sus vacaciones para comprar un billete hacia Madrid.

A su lado ha exigido a Germán Burgos como segundo y a Óscar Ortega como
preparador físico. El Mono se sumó al proyecto hace 11 meses en Italia, mientras
la relación con el profe uruguayo, conocido por sus estrictos métodos nutricionales,
viene de más atrás. Desde su primer día como técnico, hace cinco años,
en Racing de Avellaneda, el otro club del Cholo, que no ha
frenado ni un momento desde entonces.

Colgó las botas en la Academia un viernes y se hizo cargó del equipo el sábado por
la mañana. Corría febrero de 2006 y aguardaba el clásico ante Independiente. La
derrota 0-2 no presagiaba nada bueno, pero paso a paso desbrozó el camino en
Estudiantes, donde nueve meses más tarde fue campeón del Apertura y en River,
cuando conoció las dos caras del fútbol. Del título del Clausura en 2008, con los
goles de Radamel Falcao, al último puesto en el campeonato siguiente,
primera estación del vía crucis millonario, actualmente descendido.

"Prefiero un buen jugador convencido a uno excelente que dude", asegura desde
entonces este admirador de Marcelo Bielsa. Más que la obsesión por la pelota,
comparte con El Loco la especial relación con el vestuario. Justo lo que se precisa
ahora en el Manzanares, donde algunos futbolistas viven en su burbuja, ajenos a la
realidad. Por eso, antes que una revolución táctica, cabe esperar un rearme anímico.
Algo así como el pasado enero, cuando se hizo cargo de un Catania en caída libre.
Apenas sumó un punto en los cuatro primeros partidos, pero finalmente cuadró las
cuentas con siete triunfos en las 14 jornadas siguientes. Dicen que
esos seis meses en la despiadada Serie A modificaron su
pizarra, mucho más precavida desde entonces.

De ello pueden dar fe en Racing, segundo en el recién finalizado Apertura, con unas
cifras tan exiguas como llamativas. Tras 19 partidos, marcó 16 tantos y recibió ocho,
empató seis veces sin goles y cinco de sus siete victorias llegaron por 1-0. A domicilio,
precisamente el punto flaco del Atlético, sólo pudo arrancar 13 de 30 puntos. Como
tampoco sacó la mejor versión de Teo Gutiérrez y Giovanni Moreno, los dos jóvenes
talentos colombianos, el ansiado título, tras una década de sequía, se escapó en favor
de Boca. Ahora, esa seguridad atrás supondría el mejor avance para un
Atlético en ruinas. Claro, que para eso tendrá que convencer
a gente como Godín, Miranda o Perea.

C. Guisasola | M. A. Herguedas | Madrid
25/12/2011 elmundo.es
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