Polonia se disipa
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Polonia se disipa
Polonia se disipa
Gran primera media hora de la banda derecha
polaca con los jugadores del Dortmund
Enorme despliegue del 'jefe'
Karagounis, que falló un penati
Mal el árbitro Velasco Carballo en la
expulsión por doble amarilla al central
Sokratis Papastathopoulos
Y en Varsovia sonó el silbato del ascenso a los cielos de Europa. El partido
empezó prometedor, los polacos salieron a dominar y los griegos se dejaban.
Aquí en Polonia, este encuentro tenía la categoría de asunto de Estado. Era
el estreno de una Polonia que llevaba preparándose para este momento más
de cinco años. Y así los sentían los anfitriones, con la presión de 40 millones
de polacos sobre sus hombros. "Son los partidos más importantes de nuestras
vidas" decían los polacos, que saltaron al campo con el equipo de gala dirigido
por Franciszek Smuda. Todas las esperanzas estaban depositadas en el capitán
Jakub Blaszczykowski, Lukasz Piszczek, y el delantero Robert Lewandowski, el
trío mágico de Borrusia Dortmund. Amén del portero Wojciech
Szczesny, elevado a categoría de ‘celebrity’ y que acabó
por protagonizar tristemente el encuentro.
Por su parte, los griegos, dirigidos por el portugués Fernando Santos, salieron
con la hazaña de hace ocho años en la retina. De aquel equipo campeón de
Europa en 2004, solo quedan Katsouranis, Papadopoulos y Karagounis, el
más temido por el equipo polaco. El resto, sin cambios, con Giorgios
Samaras, del Celtic de Glasgow, como principal referencia.
Este equipo, que brilla por su facilidad de defenderse en bloque, quiso salir al
campo apelando a su bravura histórica. Aquí solo se mira por encima del hombro
si es para levantar a un compañero para que siga en la lucha. Pero ‘Polska’
pronto dispersó las ganas de los helenos con un fútbol rápido y entusiasta en
los minutos iniciales. Los griegos esperaban pacientes la ocasión a balón parado,
licenciados en estas jugadas. Con el paso del cronómetro, la selección polaca
desbordaba por la banda izquierda de los griegos, lo que resultó ser un gran acierto.
Tras la enésima internada de Piszczek, el primer gol de esta Eurocopa
llegaba en el minuto 14 con un Lewandowski que entró en tromba de
cabeza y batía a un descolocado cancerbero heleno.
Desde el gol, la batuta indiscutible del partido la llevaba Polonia, marcando el ritmo
del partido a un compás que sonaba cada vez más a Chopin, cada vez más seguro.
Al filo de la media hora, a los griegos se le acumulaban los problemas. Avraam
Papadopoulos daba un susto y parecía que iba a caer en combate, pero finalmente
volvió al campo. Samaras, inédito, apareció por fin, pero la falta de espacios no le
dejaba desarrollar sus intervenciones. Los griegos se olvidaban del principio básico
del fútbol, el de oponer resistencia. Se fueron difuminando poco a poco. Los
polacos no aprovechaban la ocasión, fallaron lo inexplicable
y llegaban a los cuarenta minutos bajando el ritmo de juego.
Si hay algo peor que un gol psicológico segundos antes de finalizar la primera parte
eso es una expulsión injusta. El árbitro español, Carlos Velasco Carballo,
desapercibido hasta el momento, sembraba el caos griego
echando por segunda amarilla a Papastathopoulos.
Karagounis, el jefe griego
La segunda parte comenzó con un falló del portero local, que salió en falso y
confundía a sus defensas, una ocasión que aprovechó Salpingidis, con la caña
de pescar preparada. Se igualaban los destinos de los dos equipos. El gol de los
griegos pesaba, y Polonia tornaba la calma al nerviosismo. Por contra,
la grada permanecía impasible en su afán de animar a sus 'chicos',
que querían evitar el cortocircuito del sistema de juego polaco.
Avisaba Grecia con desbaratar el encuentro y Karagounis estaba en todas partes.
Otra vez Salpingidis entraba con peligro y caía derribado tras fenomenal pase del
joven Fortounis. Szczesny volvía a hacer de las suyas firmando un penalti y su
consecuente expulsión directa. Como un salvador, Polonia caía de pie gracias a
Przemyslaw Tyton , quien paraba sin contemplaciones el balón y con él la
desesperación de los polacos. El partido estaba roto y el entusiasmo se tornó
en aburrimiento. El equipo de Santos seguía empeñado en teñir de azul las
aspiraciones de los polacos, que frenaban sus internadas a
cambio de no ofrecer nada más con su juego, ya diluido.
Igualadas las fuerzas, las ocasiones infértiles se sucedían. Por momentos
asustaba levente Grecia, en otros, levantaba la voz Polonia, pero después de
todo, todo quedaba en nada. El acuerdo del empate parecía satisfacer a los dos
equipos. Sorprende que Smuda no quisiera revolucionar el partido con algún
cambio, inédito en el equipo polaco para estupor de la hinchada polaca, que al
término del encuentro le recriminó el conformismo. Polonia, deshinchada, cumplió
a la baja y se salvó de la quema, dejando la impresión de poder dar más de sí.
Aunque el examen más importante para los polacos, el de ofrecer un inicio
de Eurocopa sin fisuras en la organización, está más que aprobado.
M. N. Zamiatowski | Varsovia
09/06/2012 elmundo.es
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Gran primera media hora de la banda derecha
polaca con los jugadores del Dortmund
Enorme despliegue del 'jefe'
Karagounis, que falló un penati
Mal el árbitro Velasco Carballo en la
expulsión por doble amarilla al central
Sokratis Papastathopoulos
Y en Varsovia sonó el silbato del ascenso a los cielos de Europa. El partido
empezó prometedor, los polacos salieron a dominar y los griegos se dejaban.
Aquí en Polonia, este encuentro tenía la categoría de asunto de Estado. Era
el estreno de una Polonia que llevaba preparándose para este momento más
de cinco años. Y así los sentían los anfitriones, con la presión de 40 millones
de polacos sobre sus hombros. "Son los partidos más importantes de nuestras
vidas" decían los polacos, que saltaron al campo con el equipo de gala dirigido
por Franciszek Smuda. Todas las esperanzas estaban depositadas en el capitán
Jakub Blaszczykowski, Lukasz Piszczek, y el delantero Robert Lewandowski, el
trío mágico de Borrusia Dortmund. Amén del portero Wojciech
Szczesny, elevado a categoría de ‘celebrity’ y que acabó
por protagonizar tristemente el encuentro.
Por su parte, los griegos, dirigidos por el portugués Fernando Santos, salieron
con la hazaña de hace ocho años en la retina. De aquel equipo campeón de
Europa en 2004, solo quedan Katsouranis, Papadopoulos y Karagounis, el
más temido por el equipo polaco. El resto, sin cambios, con Giorgios
Samaras, del Celtic de Glasgow, como principal referencia.
Este equipo, que brilla por su facilidad de defenderse en bloque, quiso salir al
campo apelando a su bravura histórica. Aquí solo se mira por encima del hombro
si es para levantar a un compañero para que siga en la lucha. Pero ‘Polska’
pronto dispersó las ganas de los helenos con un fútbol rápido y entusiasta en
los minutos iniciales. Los griegos esperaban pacientes la ocasión a balón parado,
licenciados en estas jugadas. Con el paso del cronómetro, la selección polaca
desbordaba por la banda izquierda de los griegos, lo que resultó ser un gran acierto.
Tras la enésima internada de Piszczek, el primer gol de esta Eurocopa
llegaba en el minuto 14 con un Lewandowski que entró en tromba de
cabeza y batía a un descolocado cancerbero heleno.
Desde el gol, la batuta indiscutible del partido la llevaba Polonia, marcando el ritmo
del partido a un compás que sonaba cada vez más a Chopin, cada vez más seguro.
Al filo de la media hora, a los griegos se le acumulaban los problemas. Avraam
Papadopoulos daba un susto y parecía que iba a caer en combate, pero finalmente
volvió al campo. Samaras, inédito, apareció por fin, pero la falta de espacios no le
dejaba desarrollar sus intervenciones. Los griegos se olvidaban del principio básico
del fútbol, el de oponer resistencia. Se fueron difuminando poco a poco. Los
polacos no aprovechaban la ocasión, fallaron lo inexplicable
y llegaban a los cuarenta minutos bajando el ritmo de juego.
Si hay algo peor que un gol psicológico segundos antes de finalizar la primera parte
eso es una expulsión injusta. El árbitro español, Carlos Velasco Carballo,
desapercibido hasta el momento, sembraba el caos griego
echando por segunda amarilla a Papastathopoulos.
Karagounis, el jefe griego
La segunda parte comenzó con un falló del portero local, que salió en falso y
confundía a sus defensas, una ocasión que aprovechó Salpingidis, con la caña
de pescar preparada. Se igualaban los destinos de los dos equipos. El gol de los
griegos pesaba, y Polonia tornaba la calma al nerviosismo. Por contra,
la grada permanecía impasible en su afán de animar a sus 'chicos',
que querían evitar el cortocircuito del sistema de juego polaco.
Avisaba Grecia con desbaratar el encuentro y Karagounis estaba en todas partes.
Otra vez Salpingidis entraba con peligro y caía derribado tras fenomenal pase del
joven Fortounis. Szczesny volvía a hacer de las suyas firmando un penalti y su
consecuente expulsión directa. Como un salvador, Polonia caía de pie gracias a
Przemyslaw Tyton , quien paraba sin contemplaciones el balón y con él la
desesperación de los polacos. El partido estaba roto y el entusiasmo se tornó
en aburrimiento. El equipo de Santos seguía empeñado en teñir de azul las
aspiraciones de los polacos, que frenaban sus internadas a
cambio de no ofrecer nada más con su juego, ya diluido.
Igualadas las fuerzas, las ocasiones infértiles se sucedían. Por momentos
asustaba levente Grecia, en otros, levantaba la voz Polonia, pero después de
todo, todo quedaba en nada. El acuerdo del empate parecía satisfacer a los dos
equipos. Sorprende que Smuda no quisiera revolucionar el partido con algún
cambio, inédito en el equipo polaco para estupor de la hinchada polaca, que al
término del encuentro le recriminó el conformismo. Polonia, deshinchada, cumplió
a la baja y se salvó de la quema, dejando la impresión de poder dar más de sí.
Aunque el examen más importante para los polacos, el de ofrecer un inicio
de Eurocopa sin fisuras en la organización, está más que aprobado.
M. N. Zamiatowski | Varsovia
09/06/2012 elmundo.es
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