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El colmillo de Simeone

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Mensaje por 1903 Vie 18 Ene - 9:21

El colmillo de Simeone

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El Atlético se impone al Betis con otra
exhibición táctica y de pegada
del conjunto rojiblanco

A Simeone se le afila el colmillo con los equipos que, con ironía, dice que juegan bonito.
Disfruta arrinconándolos, cortándoles la respiración en sus circulaciones cadenciosas.
Está convencido de que su visión del fútbol es capaz de maniatar y reducir a esa clase
de conjuntos de propuesta refinada. Al Betis lo aplastó. Ese mismo autoconvencimiento
que profesa el técnico rojiblanco se lo ha inoculado a sus jugadores. El resultado no es
otra cosa de lo que se viene viendo a lo largo del curso con la gran mayoría de sus rivales.
El Betis no pudo expresarse con la pelota y fue pasado por encima. Beñat nunca pudo
ordenar con profundidad, Vilarchao, el chico fino, la nueva aparición, solo pudo enseñar
que tiene ese golpeo corto con el exterior de su pie izquierdo que puede anticipar a un
futbolista de clase. Rubén Castro fue desintegrado por falta de juego a sus espaldas.

De las tres veces que solo pudo acercarse el Betis a la portería del Atlético en el primer
tiempo, dos fueron continuaciones de jugadas a balón parado, barullos, y en uno de ellos,
después de varios rechaces debajo de los palos de los defensas rojiblancos apareció
Courtois se estiró y sacó la mano ante el incrédulo Vilarchao. La actuación de
Courtois, completada con un mano a mano ganado a Molina en el
inicio del segundo tiempo, fue de las que ganan una eliminatoria.

La alineación de Simeone, con Mario Suárez y Raúl García y sin Tiago y Koke apuntaban
a un Atlético más vertical y menos pausado. Un equipo más guerrillero, que aplastó a los
creativos de Mel y más propenso a la línea recta, a las combinaciones eléctricas y las
llegadas desde la segunda línea. Ese plan de jugar en modo machaca le salió desde el
primer minuto. Cuando hubo batalla en las segundas jugadas y en los balones aéreos en
el centro del campo, el Atlético se impuso y cuando recuperaba la pelota se desplegaba
al costado que elegía Diego Costa. Está el brasileño rápido, fino y con la cintura de gelatina.
Un martirio de desequilibrio para cualquier defensa que tenga que padecerle. También
porque le cuesta esconder los codos y apagar su mentalidad canchera cuando el balón
está alejado. La hinchada le idolatra y se lo demuestra a la mínima que agita el partido
con esos desmarques y regates de los que cada vez sale más limpio.
Su ascenso es inversamente proporcional a la caída de Adrián.

Fue Falcao a los 10 minutos el que plasmó primero la superioridad de su equipo en un
cabezazo certero, punzante en la anticipación a una buena rosca de Raúl García. El balón
cruzó el área y en el pico del área pequeña Falcao se encendió en un arranque
explosivo y corto antes de girar el cuello. Su ocasión más clara la
metió dentro que es lo que distingue a los grandes goleadores.

Ese primer tanto desató esa fiesta permanente en la que se ha convertido el Calderón. La
grada asiste cada jornada a la puesta en escena de un equipo bien hecho, que se comprime
tras cada pérdida, que acude a robar el balón a las bandas con el mismo convencimiento que
una manada de lobos acorrala a su víctima con la única duda de qué ejemplar dará la primera
dentellada. Se jalean los nombres de jugadores en cada esfuerzo, en cada gesto técnico
regalado o cuando son sustituidos. La proliferación de cánticos señalando a
distintos futbolistas hablan de un equipo con varias aristas,
cada una distinta, pero sentidas por la afición.

Gobierna mucho este Atlético desde la colocación en cualquier tipo de jugada. Mario Suárez
cazó un despeje en la media luna, amagó el disparo con un golpe de cintura y abrió para Diego
Costa a la izquierda. Crecido como está el brasileño, cimbreó las caderas, se arrancó
con una bicicleta y dejó un centro raso atrás cuyo rechace lo empaló Filipe Luis.

Con dos goles de ventaja el Atlético cedió el campo y la pelota al Betis en el segundo tiempo
a la espera de una contra. Ese plan es habitual y dio paso a un equipo menos constante y más
amenazado. Le faltaba balón y Simeone tiró de Koke, aunque la dinámica ya cambió poco. Solo
al final volvió a recobrar esa electricidad impulsada por Simeone y el Mono Burgos que saben
tocar la tecla de las fibras sentimentales del Calderón para extraer el último esfuerzo a sus
jugadores. Ambos reclamaron el apoyo de la grada para que emergiera el mismo sentimiento
desde el que han transformado a este Atlético de colmillo afilado y ganador.

L. J. MOÑINO - Madrid
18 ENE 2013 elpais.com
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