La voz de Simeone

La voz de Simeone



Recibió un muerto y devolvió un campeón. Con un balance de tres títulos en menos
de dos años, después de haber programado un equipo para cualquier guerra y de
haberle devuelto a la afición el orgullo de sacar pecho los lunes en la oficina, Diego
Pablo Simeone afronta un nuevo paso al frente. Cualquier otro, tras su ingreso en
el panteón sagrado de leyendas colchoneras, siendo ídolo de la afición y parte del
escudo junto al oso y al madroño, estaría legitimado para no exigirse más. Simeone
podría quedarse sentado sobre su dignidad diez años y después de dos lustros, el
público del Calderón le seguiría eternamente agradecido por haber hecho carne un
sueño. Con herramientas como la intensidad, el gen competitivo y el grupo como
base fundamental de cualquier éxito, Simeone ha sentado las bases de un equipo
que, por fin, está convencido de lo que hace. El cholismo es ganar. Y Simeone,
que aún no conoce los límites de su ambición, aún sigue
sediento de victoria. Su ambición le pide más.

Simeone no habla de sí mismo en tercera persona, no es voluble ante el elogio y no
escrudiña los medios de comunicación para engordar su ego. No le gustan ni el
azúcar ni el almíbar. Sabe que su fuerza es el grupo, que sin grupo no hay equipo y
que sin equipo, no hay club. Él, a diferencia de otros colegas de profesión, vive
enamorado del club que representa. Y quiere que el club siga creciendo. No es su
responsabilidad, pero la asume como suya. Y para crecer, conoce la receta: creer
en la motivación como estrategia, buscar la superación diaria, aplicar
la cultura del esfuerzo y pelear como un pequeño para ser un grande.

Simeone llegó como penúltimo escudo humano de la directiva y ahora es la única
autoridad moral del club. Su desafío: volver a ganar después de haber ganado. Nada
suele estimular más a un ganador. Su Atlético tuvo más pegada que juego y más
empuje que sutileza, por eso buscará más equilibro. Su equipo tendrá las mismas
constantes vitales: orden defensivo, presión asfixiante, peligro a balón parado y un
contragolpe como maza. A ese libreto reconocible, ‘El Cholo’ quiere añadirle
experiencia (quizá Toulalan), último pase (Diego Ribas), gol (dicen que Negredo) y
sobre todo, cantera. Ahí surgen nombres propios: Óliver Torres (pura seda), Saúl
(todoterreno llegador), Kader (punzante, vertical) o Manquillo (una locomotora). Son
futuro, pero también presente. Reclaman más más minutos y protagonismo. No
serán promesas, sino realidades. Y Simeone tendrá que acoplar esas piezas.

Sin embargo, el liderazgo incuestionable de Simeone se enfrenta a una nueva situación.
Por primera vez, a una circunstancia que no depende exclusivamente de su voluntad o
de su criterio: aue la directiva decida vender a sus mejores activos. Después del adiós
de Falcao, el mejor nueve del mundo que se fue del lugar del que nunca debió haberse
ido, el entrenador del Atlético rumia que los equipos sólo crecen si resisten sin traspasar
a sus estrellas. Y conoce, de primera mano, el temor de los hinchas a que la directiva
vuelva a desmantelar el equipo. De ahí que, para renovar su contrato, exigiese
garantías y plenos poderes a la hora de confeccionar la plantilla.

Simeone podría pasarse sentado sobre su dignidad los próximos diez años. pero está
obsesionado con competir mejor, crecer y ganar todavía más. Quiere que le vendan
poco, que le compren algo y que le dejen trabajar. El dúo prescrito siempre ha puesto
el bolsillo por encima del escudo, pero por su propio bienestar, debería atender las
peticiones de su entrenador. Simeone no es un pagafantas al servicio del despacho,
ni es un empleado obediente, ni se va a conformar con vender a los buenos para fichar
desechos de tienta. Que le escuchen, porque igual un día decide alzar la voz. Y
su voz es la única que reconocen los legítimos dueños de ese club, sus socios.

R. Uría / Eurosport
http://es.eurosport.yahoo.com/blogs/ruben-uria/voz-simeone-102743726.html

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