Si, el Calderón tiene música ( por Ruben Uría)
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Si, el Calderón tiene música ( por Ruben Uría)
Sí, el Calderón tiene música
“Ninguna música, tampoco la de la Champions, va a sobrepasar la ilusión que supone defender la camiseta del Atlético de Madrid”. La profecía de Simeone, instalada en el buzón de voz de la conciencia de sus jugadores, volvió a cumplirse. Su Atlético, un equipo de autor programado para cualquier guerra y que se destapa como una máquina de competir, ejecutó, por enésima vez, la voluntad de su técnico. Sin Costa, esa batidora que barre todo el frente de ataque, el Atlético tuvo que rediseñar el escenario. Sin balón, el Atlético fue lo de siempre: garra, intensidad, repliegue, ayudas y una falange romana dispuesta a morir por la causa. Con balón, con Adrián tirado a un costado, pulgada a pulgada y con toque corto, el Atlético puso cerco a la portería rusa. Lo hizo asumiendo el rol que menos le convenía: iniciativa, posesión y paciencia. El Zenit, aculado en torno a su portero, abrigado por un edredón de tres centrales, jugaba a ser el Atlético: robar y armar una contra. El Atlético quería y exponía. Buscó y encontró: a pelota parada. El único rasgo común entre el conjunto de Simeone y aquel de Antic que logró el doblete. [Pregunten por un chico de la cantera, natural delValle del Kas y que se llama Koke.] Su centro, estupendo, surcó el cielo, la pelota atravesó el aire y Miranda, que cuando llegó al Atlético hacía honor a su apellido y ahora cabecea como los dioses), puso sus redaños en el primer palo, giró el cuello y dobló la chapa y pintura (cara) del Imperio Gazprom. Premio.
Confeccionado a golpe de talonario, el Zenit recuperó su ambición tras el descanso (Spaletti la había extraviado en el primer tiempo) y dejó huérfano de balón al Atlético, que acusó las incursiones de un jugador excelente, Ansaldi. Alguien gritó desde el tercer anfiteatro aquello tan manido de “Que vienen los rusos”. Y vinieron. Así que Hulk (terrible y verde cuando pisa el Calderón) se animó a estrechar el cerco sobre la meta atlética. En un desliz rojiblanco, los rusos armaron una contra letal y la pelota llegó al bicho. Apuntó y la pegó como si le debieran dinero (royalties para Jaime Ugarte). La escena siguiente fue la red escupiendo la pelota del interior del portal de Courtois. Gancho al hígado del Calderón. Aún pudo ser peor. Un sputnik teledirigido de Kerzhakov se estrelló contra la madera y el suspiro de alivio recorrió la espina dorsal del Paseo de los Melancólicos, hasta Pirámides. En otro tiempo, eso habría bastado para que el Atlético pusiera rodilla en tierra, implorase piedad y bajase los brazos. En época de Simeone, no. Con él, el Atlético se faja en la pelea, se crece con el castigo y no ceja de creer. A golpe de corneta, más por insistencia que por claridad, el Atlético metió voltios al partido. Y en un rechace afortunado, Arda encontró premio. A Cholo rogando, pero con el mazo, dando. El gol fue una sobredosis de endorfinas para el Atlético. Recuperó presión, confianza, juntó líneas y volvió a desplegar lo mejor de su repertorio: contragolpes y jugadas a balón parado. [De un tal Koke].
Adrián, incisivo toda la noche, dejó sitio a Baptistao. Y como en el Atlético de Cholo está bendecido hasta el utillero, el primer balón que tocó el brasileño acabó en gol. Turan – ese ser al que rodea un halo de divinidad cuando pisa el balón para protegerlo- , le puso la pelota en bandeja de plata y el carioca la mandó a guardar. Monumento a ese movimiento cada vez más popular, el ArdaTuranismo.El Atlético volvió a dejar su marca, esta vez en Europa: agresividad, intensidad, pelota parada y contragolpe. [Y a un tal Koke]. No tiene a los mejores jugadores del mundo, pero tiene unos jugadores que pelean como si lo fueran. La estrella del Barça es Messi. La del Madrid, Cristiano. La del Atlético es su equipo, en toda la extensión de esa maravillosa palabra. Y ese equipo, de La Nada, es obra de Simeone. Un tipo para el que ninguna música, ni siquiera la de la Champions, consigue sobrepasar la ilusión que le hace defender la camiseta del Atlético. Un señor que no es del Atleti de corazón, sino de alma, porque el corazón se para, pero el alma es inmortal. Sí, el Calderón tiene música. Cincuenta mil gargantas eligen la banda sonora que ha hecho más felices sus vidas: Ole, Ole, Ole…
FUENTE: Rubén Uría / Eurosport
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