Reyes Selección
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Durante mucho tiempo, lo único que le interesó fue enseñar a sus colegas los
carrazos que su privilegiado curro le procuraba. Los sentaba en el asiento del
copiloto y a escuchar los subwoofer con el flamenquito y la música de periferia
arañando la espina dorsal. "¡A que mola, colegasssss!. Obedientes, cual séquito
de un príncipe zíngaro o roedores de Hamelin, los amigos se trajeron los coches
de Londres en romería, que la lluvia es una maravilla, pero mejor en
La Castellana y no el campo del Arsenal. Que le den a Wenger.
De verdad mamá, qué mal se come en Londres.
Se vino al Madrid, renegó del interés del Atleti y empapeló la casa con un himno
que habla de veteranos y noveles. Puñetero, el destino balompédico quiso que de
rebote José Antonio Reyes atracara en la orilla del Manzanares tras un agridulce
periplo merengue. Ante segundo plato con tan mala pinta, los hinchas atléticos
se pillaron el rebote mayúsculo y desearon para él el peor de los desenlaces.
Abatido, primero debía purgar penas donde se cantan los fados, allá en Lisboa,
para que la melancolía revistiera al príncipe gitano de cierta autenticidad.
Pasada la cesión al Benfica, regresó al Atleti por carambolas de los agentes,
la prensa, el porvenir o, simplemente, porque nadie pagó el dineral
de ficha que gasta el utrerano (4 millones de vellón).
Tras el triunfalista colofón de temporada (gol al Inter incluido en la Supercopa)
Reyes podía haberse hecho un colchón Lomónaco de laurales. Pero no la hecho. Ha
sido el único que en todo el año ha quemado verdaderas calorías con el balón en
los pies y ha tirado del carro de Sísifo que actualmente es el Atleti. Hoy contra
el Villarreal, con esta temporada de mierda que nos está dando el club de la Virgen
del Puerto, y con los dedos acusadores de que si no le pasa al balón al uruguayo,
Reyes ha embolsado un gol de cesta punta y se ha marcado un partidazo. Lleva
bastantes. Muchos, y casi es el único que rema en dirección a la portería contraria
y tiene la clarividencia de dar un pase de gol. A sus 27 añitos, el marqués
Del Bosque debería premiarle con el regreso a la Roja. Ya ha purgado todas sus
penas. José Antonio ha recapacitado y está jugando del recopón bendito. Ahora que
recapacite Vicente y sopese si, aunque teniendo mil enganches de lo más sublime,
Reyes merece ir con la estrella dorada bordada en el pecho. De ser así,
que suene flamenquito en su honor. El que quiera. Y a todo meter.
Blogiblanco/J. Caballero
elmundo.es
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Durante mucho tiempo, lo único que le interesó fue enseñar a sus colegas los
carrazos que su privilegiado curro le procuraba. Los sentaba en el asiento del
copiloto y a escuchar los subwoofer con el flamenquito y la música de periferia
arañando la espina dorsal. "¡A que mola, colegasssss!. Obedientes, cual séquito
de un príncipe zíngaro o roedores de Hamelin, los amigos se trajeron los coches
de Londres en romería, que la lluvia es una maravilla, pero mejor en
La Castellana y no el campo del Arsenal. Que le den a Wenger.
De verdad mamá, qué mal se come en Londres.
Se vino al Madrid, renegó del interés del Atleti y empapeló la casa con un himno
que habla de veteranos y noveles. Puñetero, el destino balompédico quiso que de
rebote José Antonio Reyes atracara en la orilla del Manzanares tras un agridulce
periplo merengue. Ante segundo plato con tan mala pinta, los hinchas atléticos
se pillaron el rebote mayúsculo y desearon para él el peor de los desenlaces.
Abatido, primero debía purgar penas donde se cantan los fados, allá en Lisboa,
para que la melancolía revistiera al príncipe gitano de cierta autenticidad.
Pasada la cesión al Benfica, regresó al Atleti por carambolas de los agentes,
la prensa, el porvenir o, simplemente, porque nadie pagó el dineral
de ficha que gasta el utrerano (4 millones de vellón).
Tras el triunfalista colofón de temporada (gol al Inter incluido en la Supercopa)
Reyes podía haberse hecho un colchón Lomónaco de laurales. Pero no la hecho. Ha
sido el único que en todo el año ha quemado verdaderas calorías con el balón en
los pies y ha tirado del carro de Sísifo que actualmente es el Atleti. Hoy contra
el Villarreal, con esta temporada de mierda que nos está dando el club de la Virgen
del Puerto, y con los dedos acusadores de que si no le pasa al balón al uruguayo,
Reyes ha embolsado un gol de cesta punta y se ha marcado un partidazo. Lleva
bastantes. Muchos, y casi es el único que rema en dirección a la portería contraria
y tiene la clarividencia de dar un pase de gol. A sus 27 añitos, el marqués
Del Bosque debería premiarle con el regreso a la Roja. Ya ha purgado todas sus
penas. José Antonio ha recapacitado y está jugando del recopón bendito. Ahora que
recapacite Vicente y sopese si, aunque teniendo mil enganches de lo más sublime,
Reyes merece ir con la estrella dorada bordada en el pecho. De ser así,
que suene flamenquito en su honor. El que quiera. Y a todo meter.
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